“Yo creo en Jesús… ¡pero sigo haciendo lo que no quiero!”
Nuestro deficiente evangelismo tiene graves consecuencias en nuestra vida. (más…)
El miedo a la desgracia es el miedo a la muerte. Bueno, vas a morir.
Esta es la transcripción del Episodio 5 del podcast Consejos Divinos. Si no quieres leer, puedes escuchar el podcast dando clic aquí o escucharlo en YouTube aquí.
Bienvenidos una vez más a Consejos Divinos. Gracias a todos por sus mensajes. Cada vez recibo un poco de todo. Muchos mensajes del podcast de ¿Qué te hace feliz o sentir pleno? Lindos, lindos mensajes. Gustavo nos dice que le ayudamos a ver la vida desde otro ángulo. Gracias Gustavo. Ricardo dice: “gracias Efraín, ahora entiendo que si conozco a Dios conozco el concepto real del amor y entonces puedo amar de forma sana”. Gracias Ricardo, así mismo. Roxana dice: “una de las razones por las que soy cristiana es porque masculinidad y feminidad reales son solo expresiones de la nueva persona posible solo en Jesús.” Gracias, muchas gracias a todos.
Hoy quiero conectar contigo diciéndote que quiero que sepas, quiero recordarte que te vas a morir. ¿Sabes? El ser humano es un mortal que vive como si fuera a vivir eternamente. Observa bien a esas extrañas criaturas que pierden el tiempo en sus celulares mientras la personas que aman está justo a un lado suyo. Míralas, terminó el día o se despidieron en la mañana y no le dijeron a su esposa, a sus hijos, a sus padres que los aman. Están seguros de que más tarde volverán y que tendrán oportunidad de hacerlo y abrazarlos una vez más. Fíjate bien en cómo se pelean por tonterías y se retiran la palabra, se dejan de hablar por horas y hasta días, bueno, en consejería he conocido casos de matrimonios que se ignoran por semanas. ¿Ya viste? Prefieren darle lugar al orgullo que pedir perdón, perdonar, reconocer un error, pasar por alto la ofensa o simplemente dejar de ofender al otro para disfrutar lo que Dios les ha dado a administrar. Piensan que después tendrán la oportunidad de que, esta vez, lo harán mejor. Pero cuando se presente una nueva oportunidad harán lo mismo, cometerán los mismos errores, serán orgullosos una vez más porque creen que vivirán para siempre.
Pero te vas a morir. ¡Colesterol, triglicéridos o presión alta, demasiado azúcar en la sangre, estrés tremendo con el que has vivido días, meses, años, que ya te provocó dermatitis, lumbalgia, dolores de cabeza, malhumor, depresión, ansiedad. Comes por estrés, no comes por estrés. Comes cosas que te hacen daño. No haces ejercicio. Estás apresurando lo inevitable.
Esto me hace recordar una canción de uno de mis grupos favoritos. En español se llama “Si tuviera que morir por alguien” y habla de esta ironía de los mensajes que recibimos para cuidar nuestra vida de diversas maneras para vivir, sin embargo, es una ilusión. No logramos vivir si nos cuidamos y solamente estamos comprando un poco más de tiempo para vivir unas horas o unos días o unos meses más. Pero morir será inevitable. La canción que te platico habla de que nos ponemos el cinturón de seguridad en el auto, corremos para guarecernos de la lluvia si nos sorprende una tormenta en la calle, usamos un apósito en una pequeña herida para cuidarla y miramos a ambos lados de la calle antes de cruzarla para evitar el peligro. Ponemos doble cerradura en nuestras puertas y las cerramos por las noches, nos cubrimos cuando hace frío y claro que no jugamos con fuego pero, y he aquí mi frase favorita en la canción, quiero vivir mientras muero. Y no puedo dejar de pensar en quienes usan crema antienvejecimiento pero luchan con el insomnio… vaya, nuestros problemas mentales y emocionales nos rebasan. ¡Menos mal que existe la siquiatría para que nos receten pastillas para dormir! ¿No? Es irónico que en esta época de hedonismo en la que el mantra es darle placer al cuerpo, satisfacer nuestros deseos a cualquier costo, también sea la época de la obesidad y cuando más gente muere por lo que come y cómo vive. Nosotros somos el principal obstáculo para nuestra paz.
Y caemos en la cuenta de que hemos dado un montón de cosas por sentadas. La vida, la salud, nuestra congruencia, nuestra cordura.
Vernos en riesgo, en debilidad, en peligro, en nuestra pequeñez y limitaciones. A merced de algo que ni podemos ver. Sentirnos dependientes de gente que no conocemos; a un gobierno en el que probablemente no crees. Entonces, ¿cómo rayos tener paz si nos vamos a morir? Si las cosas pueden salir mal. Para colmo en esa vulnerabilidad nos imponen el aislamiento y ¿qué crees? ¡Es cuando más necesitamos a otros!
Debemos reconocer que somos incapaces de generar nuestra propia paz. Pero hay una enorme necesidad de paz. No es gratuito que las religiones orientales sean tan populares en Occidente. Buscan la paz interior, pero no se puede generar paz donde no la hay. No es humana. Va en contra de nuestros instintos. Tú puedes esforzarte por tener paz interior, pero la paz que sientes en medio de la adversidad no es y no puede ser de este mundo. Es algo sobrenatural y al mismo tiempo es algo que los sabios y la humanidad ha buscado toda su historia.
El hombre posmoderno cree que la ciencia puede brindar esa paz. Pero podemos saber todo de las enfermedades y de lo que las ocasiona y cómo curarlas y sobre el funcionamiento de las leyes que rigen el mundo y el universo, pero ¿eso te da paz? ¿Te da paz saber cómo surgió tu cáncer y cómo curarlo? A lo más te da tranquilidad, pero no te da paz. ¿Sabes por qué? Porque la paz no es una certeza estadística, médica, una ciencia exacta o el resultado de unos cálculos o de información. La ausencia de paz en el ser humano está relacionada a la falta de control. No tenemos control de la naturaleza, del accidente y muchas veces ni de nosotros mismos. Aunque podemos esforzarnos por controlar las leyes de la naturaleza o para saber qué va a pasar con tal o cual cosa ese control es muy limitado. La paz está conectada con la conciencia, con la mente, con la certeza, pero no en que podemos controlar, sino en que podemos confiar en aquel que sí tiene el poder, el control, no solo de este mundo físico, sino del destino de nuestras vidas. Saber que esta vida no es definitiva, que no lo es todo, que es solo un soplo, un abrir y cerrar de ojos, da paz. Que Dios no está limitado a las leyes que el creó, al tiempo que él creó, al espacio que él creó ni a la vida que él creó, sino que está por encima de todo esto, da paz. Esa es la razón por la que una gran cantidad de científicos están creyendo en el Dios de la Biblia, porque tiene sentido. Fíjate bien lo que te voy a decir. Saber que voy a morir, ¡me da paz! Porque seremos libres de estos cuerpos de muerte. Sí, porque desde que fuimos concebidos y nacimos estamos muriendo. No porque Dios haya hecho un mal trabajo. Nosotros nos corrompimos porque decidimos vivir sin Dios y como fuimos hechos para ello desde entonces nuestros cuerpos y el mundo están en deterioro constante, por esta corrupción. Pero saber que en Cristo todo es redimido para una nueva creación, de la cual los que hemos creído ya participamos espiritualmente cuando abandonamos nuestras prácticas malvadas al reconciliarnos con Dios en Cristo. Y cuando el tiempo se cumpla todo será redimido y así será para lo que fue creado desde un principio. Eso, da paz. No todo inicia aquí ni terminará aquí. Dios es más grande que eso. De lo contrario, no valdría la pena creer. Porque creemos que Dios venció a la muerte. Eso estaremos recordando en Semana Santa, que Jesús murió y resucitó para ser el primero en todo y hacernos ver la esperanza que tenemos en él, lo que nos aguarda.
Esta es la paz de la que hablo:
4 Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! 5 Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. 6 No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Filipenses 4
Puedo estar alegre porque él es Dios y las circunstancias, por adversas que sean, son resultado de varias situaciones que yo no controlo, pero esa limitación mía forja mi carácter para ser lo que debo ser y hacer lo que tengo que hacer, conforme el carácter de Dios que imito. No me inquieto por nada porque el resultado final depende de Dios. Él me guardará pese a la desgracia o quizá de la desgracia. En lugar de angustiarme oro a Dios y encomiendo mi causa a él, no para que haga lo que quiero, sino para vaciarme en él y confiar en él. Entonces siempre puedo estar agradecido, sin importar las circunstancias mismas y así es como tengo su paz inexplicable desde mi limitado entendimiento. Los que oran para que Dios haga lo que ellos quieren lo hacen precisamente porque no tienen paz, sino miedo, ansiedad. No conocen al Dios que dicen invocar. No es fe querer que Dios haga lo que le dices, es fe saber que Dios te guardará al final, y si te libra del desastre, tendrás un motivo más de agradecimiento, pero si no sabes que él te guardará. Eso es lo que nos hace vencedores, no evitar el sufrimiento, sino que confiamos en quien ya venció a la muerte, al pecado y al diablo. Eso me lleva al secreto para conservar la paz.
Son los siguientes versos del texto que leí.
8 …consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. 9 Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes.
Filipenses 4
Desear la paz, ansiar la paz, buscar la paz no es suficiente. Debo ser un hombre de paz al procurar la paz en mi vida al estar del lado de la verdad, el respeto, lo justo, lo puro, lo amable, lo bueno, lo excelente, lo honroso. Si me comporto como el Dios de paz en el que digo creer, ese Dios de paz estará conmigo y contigo si crees esto.
Te vas a morir, es inevitable. Por eso, reconcíliate con Dios y experimenta su paz.
Mi paz está en Dios. Dios tiene el control.
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