Ocho impresionantes profecías sobre Jesús
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Hablemos del Síndrome de Sansón y cómo hallar restauración.
La cultura en la que vivimos es la cultura de la codicia. La publicidad y la mercadotecnia están fundamentadas en el principio de “desear” y “obtener”. ¿Cuál es la razón? Te lo mereces.
Todas las cosas nos son presentadas para codiciarlas y comprarlas ¡en este mismo momento! En particular, desde las campañas publicitarias, las películas, las series de tv, la pornografía y otros productos culturales exhiben a la mujer como una mercancía más que es posible obtener.
El deseo sexual es bueno, pero nuestra propia naturaleza tiende a distorsionarlo para usarlo indiscriminadamente. Con el pretexto de afirmar que la novia que tenemos será nuestra esposa la deshonramos y usamos para nuestro placer egoísta, porque muchos terminan rompiendo el compromiso y repitiendo la receta con otras mujeres. De esta manera las deshumanizamos y las cosificamos. Dejan de ser personas, hechas a la imagen de Dios, hermanas en Cristo y coherederas de la promesa.
Esto se debe a que el deseo sexual nos controla en lugar de que esté a nuestro servicio. Sin duda es para disfrutarlo para el tiempo correcto, el matrimonio; con la persona correcta, la esposa.
La historia de Sansón es el mejor ejemplo para ilustrar las consecuencias de tomar decisiones dirigidas por el erotismo, o en otras palabras, por el deseo sexual descontrolado (Jueces 14, 15 y 16).
Quiero ser claro: Dios nos creó para ejercer el deseo sexual y por eso es bueno, pero como todo lo demás debe estar bajo nuestro control y debe ser ejercido en libertad, dentro de ciertos límites. Si no hay límites, no hay libertad.
Sansón es la contradicción encarnada, como muchos que aspiran a ser hombres. Este héroe en Israel tenía fuerza descomunal pero no podía dominar su deseo sexual. Esto le acarreó problemas terribles a él, a la esposa del momento, a sus padres y a su pueblo.
Lo mismo se enamoraba de una que no era de su pueblo, fornicaba con una prostituta y luego se enamoraba de otra. Era un convencido del amor a primera vista. Es lo que llamo el Síndrome de Sansón.
Como muchos hombres hoy día, Sansón tenía la idea que las leyes no eran para él, sino para los demás. Por ser un israelita, estaba sujeto a la ley que Dios entregó a Moisés. No debía emparentar con extranjeros (Deuteronomio 7:1-11), no debía fornicar (22:28-29) y a Sansón eso no le importó con tal de satisfacer sus deseos ––primero yo––.
De la misma manera, los hombres de Dios no fornican ni se casan con mujeres que no temen al Señor, pues adorará a dioses inventados, al dinero, los bienes materiales o el sexo ilícito, por ejemplo. Todo ello corromperá al que había querido agradar al Señor, tal como la historia de Israel lo testifica (Números 24, 25, 31:1-20).
La obediencia a los mandamientos trae bendición, mientras que la desobediencia tiene consecuencias. Además, obedecemos al Señor porque le amamos (Juan 15.10). Un hombre reconoce a Dios y su sabiduría, por lo que se comporta como sabio, no como necio.
Las filosofías de moda enseñan que la hombría es que el hombre haga lo que desea, que sea su propia ley. Sansón es un triste ejemplo de ello. Dios nos muestra que nuestra satisfacción ocurre cuando hay libertad dentro de los límites del amor, el respeto, la dignidad y el matrimonio, pero trae tristeza cuando no hay dominio de los instintos, de los deseos y las necesidades.
Sansón había sido apartado para Dios y, al no honrar su propósito perdió su dignidad, ejerció su voluntad a capricho, vivió esclavizado a sus deseos y a sus emociones. En Cristo, los varones podemos cumplir nuestro propósito al vivir para Dios: cuidar, amar, servir, liberar, dar esperanza, desarrollar.
Como hombres ejercemos la hombría al vivir una vida santa, la cual consiste en servir al bien, no a la exaltación de uno mismo (Proverbios 5).
Redescubre tu propósito como hombre y domina tus deseos sexuales, tus emociones y tus necesidades. Al vivir para Dios y para otros, no solo para ti, podrás hacer lo bueno y lo justo. ¿A qué pensamientos, vicios de tu carácter y comportamientos debes renunciar? Pon manos a la obra en tu restauración personal y haz las paces con Dios, él tiene el poder para cambiar lo que tú no puedes.
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