Navidad 22: Se burlan de Jesús
Esto ocurre en el vigésimo segundo capítulo de Lucas. (más…)
Comencé a escribir la serie #SéHombre al mirar en mi entorno una gran cantidad de varones que no ejercen su masculinidad de manera sana, libre y de acuerdo con el propósito con el que fueron creados.
Una de esas áreas en la que los hombres fallamos, ¡y mucho!, es en el rol de ser padres y generalmente esto es consecuencia de que fallamos en ser hijos de Dios. Entonces, también fallaremos en ser esposos. De manera que el hombre que no es un padre en los términos de Dios lleva a cuestas un triple fracaso, los más importantes en la vida. Pero hay mucho por hacer. Veamos.
Mucha gente piensa que ser un buen padre consiste solo en ocuparse de los hijos. Muchas veces papá y mamá viven enfrentados entre ellos por poner primero a los hijos, mientras estos aprovechan que sus padres no están unidos para manipularlos.
La clave para que un hombre sea un buen padre es amar a su esposa como se ama a sí mismo. Esta entrega, sinceridad, ternura y amor son comunicados a los hijos aún sin palabras.
Un esposo que ama a su esposa como Cristo amó a la iglesia da certeza de que el hogar es el lugar más seguro que existe; da seguridad de que también es un padre que hará todo por el bien de sus hijos. ¿Qué podrán esperar los hijos de un hombre que no puede honrar el Pacto Matrimonial, uno que es celebrado con Dios mismo?
Normalmente se dice que los papás no tuvieron otra escuela más que la vida para aprender a ser padres. ¿Será cierto? En buena medida sí, pero el hombre desde su juventud puede aprender a ser padre conociendo al Padre. Dios es el más extraordinario modelo para los papás.
Esto es crítico debido a que, por lo menos en México, 33 de cada 100 mujeres entre 15 y 54 años son madres solteras. Nos hace preguntarnos, ¿por qué están ausentes esos hombres? Las respuestas apuntan a una gran cantidad de factores, pero el factor decisivo es nuestro intento de ejercer nuestra masculinidad según nuestros propios criterios egoístas, orgullosos, depravados. Es de resaltar que conocer al Padre para imitarlo cambia el destino de generaciones.
¿Cómo es el Padre? Él nos pide conocerlo, nos pide relacionarnos con él, nos pide amarle como nos ama, nos pide obedecer sus mandamientos pero también nos pide acudir a él con corazones sinceros si hicimos lo malo a sus ojos. Él saca lo mejor de nosotros cuando tenemos comunión con él y por eso nos confronta, corrige y disciplina, al mismo tiempo que nos recibe, abraza y perdona, no sin antes habernos enseñado e instruido (puesto el ejemplo en él mismo).
Profundiza en tu conocimiento y en tu relación con Dios como Padre y aprende de él para relacionarte de la misma manera con tus hijos.
Para ser los padres que el Señor nos ha llamado a ser primero debemos ser los hijos que Dios nos ha llamado a ser:
9 Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios. 10 Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano.
1 Juan 3
Hombre, asegúrate de SER un hijo de Dios. ¿Cómo saberlo? Pregúntate si has nacido de Dios? ¿Cómo saberlo? Pregúntate qué es lo que practicas, ¿bien y justicia o mal y egoísmo?
Hombre, tu primer responsabilidad es SER un hijo de Dios. Piensa en esto: sin merecerlo te hizo su hijo y te ama a pesar de tu desempeño como hijo. Pero te hace su hijo no para dejarte como estás, sino para que vivas conforme a esa nueva naturaleza que ha puesto en ti. Entonces serás un padre conforme al propósito de Dios.
Y la última exhortación a que nos examinemos es la siguiente: hombre, enseña a tus hijos a amar a Dios y muéstrales cómo lo haces tú mismo. Esto es discipularlos. Sin embargo, hoy día eso se le quiere delegar totalmente a la iglesia o a la madre, con los malos resultados que todos podemos ver. No porque la iglesia o la madre sean ineficaces al hacerlo, sino porque la indiferencia del padre destruye los esfuerzos o los sabotea. El ministerio de discipular a los hijos es de papá y mamá, pero la responsabilidad, las cuentas que serán dadas a Dios, esas las dará solo papá.
Discipular no es solo enseñar ––compartir información y conocimiento––, también es instruir ––poner el ejemplo––, pero también es dar responsabilidades. Los hijos deben tener la responsabilidad de buscar a Dios por sí mismos, no solo porque los padres los obligan. Los hijos deben tener la responsabilidad de buscar a Dios en arrepentimiento, no solo para pedirle cosas. Los hijos deben tener la responsabilidad de meditar en los caminos de Dios, que son perfectos y llenos de dicha, no solo leer la Biblia en el culto dominical. Los hijos deben tener la responsabilidad de honrar a sus padres sin importar su desempeño, de amar a Dios por sobre todo, de orar por su país y sus gobernantes, de vivir lo que creen… y esto será posible solo si su padre es responsable de todas estas cosas (y más) en su propia vida e inspira a sus hijos a hacerlo.
Un padre que ama a Dios lleva paciente, amorosa, apasionada y alegremente a su familia a amar a Dios también. Sé hombre al ser un padre que da responsabilidades, no que las quita.