Cuando el día de las madres es felicidad y dolor
El “día de las madres” es un hermoso festejo, pero no para todas. (más…)
¿Qué tenemos en común con una prostituta y un respetable israelita?
Mira esta predicación de Efraín Ocampo sobre el tema:
En los primeros siete capítulos del libro de Josué se nos habla de dos personajes totalmente opuestos. Ellos son el judío Acán y la prostituta de Jericó llamada Rahab. Es típico pensar que el israelita tiene más méritos que la mujer, pero Dios nos muestra cuán equivocados estamos cuando juzgamos por las apariencias. ¡Eso sigue pasando a las iglesias!
Mira cuánto podemos aprender de este antiguo acontecimiento.
Ella aparece primero en el relato ––el capítulo 2, para ser exactos–– cuando se habla de los dos espías que fueron a explorar Jericó. Era la coartada perfecta. Si un par de hombres extranjeros entraban a la casa de una prostituta no levantarían sospechas. No obstante, el rey de la ciudad cananea se enteró de que eran espías.
Rahab decidió cooperar con los israelitas. Por si te lo preguntabas, esta fue la razón que dio la mujer:
9 —Sé que el SEÑOR les ha dado esta tierra, porque el miedo a ustedes ha caído sobre nosotros. Todos los habitantes de esta tierra se han desmoralizado a causa de ustedes. 10 Porque hemos oído que el SEÑOR hizo que las aguas del mar Rojo se secaran delante de ustedes cuando salieron de Egipto, y lo que han hecho a los dos reyes de los amorreos al otro lado del Jordán: a Sejón y a Og, a los cuales han destruido por completo.
Josué 2 RVA-2015
11 Al oír esto, nuestro corazón desfalleció. No ha quedado más aliento en ninguno a causa de ustedes, porque el SEÑOR su Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. 12 Y ahora, por favor, júrenme por el SEÑOR que como he mostrado misericordia para con ustedes, así harán ustedes con la familia de mi padre, de lo cual me darán una señal segura. 13 Dejarán vivir a mi padre, a mi madre, a mis hermanos, a mis hermanas y a todos los suyos, y librarán nuestras vidas de la muerte.
La respuesta de fe de Rahab fue contundente. Fue capaz de mentir a su rey y traicionar a su nación diciendo que dos hombres foráneos la visitaron pero que ya se habían retirado de la ciudad. En cambio, creyó en Dios y demostró su fe ayudando a Israel. ¿Realmente creyó? Tenía certeza de que el Señor destruiría Jericó porque estaba con Israel a pesar de no haber visto con sus ojos las maravillas de Dios. Esa fue la fe de Rahab por la que Dios la salvó a ella y a su familia, no solo de la destrucción de Jericó, sino de la condenación eterna, y el Señor la añadió a su pueblo. Y no solo eso, se casaría con un descendiente de Judá, Salmón, de cuyo matrimonio nació Booz, el que redimió a Rut, la moabita viuda, la bisabuela del rey David.
Acán era un hombre de Israel del que no se dice nada hasta el capítulo 7 de Josué. En la Biblia nadie pasa desapercibido si se tiene mala reputación, pero no se dice nada malo de Acán hasta que la avaricia lo llevó a apostatar. Dios había instruido a Israel destruir todo el botín de la guerra con Jericó: tanto personas como ganado, metales preciosos, telas finas… ¡Todo! Pero Acá desobedeció la orden por codiciar las cosas de los paganos. En su corazón no creyó que Dios fuera a darles eso y mucho más.
No debían quedarse con nada, pero Acán pensó que a Dios no le importaría si se quedaba con oro, plata y un hermoso manto de Babilonia. En realidad era una fortuna. Es curioso que Acán, habiendo visto con sus ojos las maravillas de Dios, decidió esconder en un hoyo el botín de guerra que se apropió. ¡Como si pudiera esconderlo de Dios!
¿Qué significa esto? Que Acán no creyó al Señor y que lo despreció. Ni siquiera pensó en las consecuencias de tomar para sí parte del botín de guerra. No guardó su propia santidad ni la de Israel. Él simplemente pensó que podía hacer lo que quisiera. Para mostrar la importancia de la santidad y la obediencia del pueblo, Dios no acompañó a Israel a su batalla contra Hai, la cual perdieron (y murieron miles) por el pecado de un solo hombre: Acán.
Sí, a estas alturas ya nos queda claro que una mujer que fue prostituta y que ni siquiera era israelita se encuentra en el árbol genealógico del Mesías (Mateo 1:5). ¡Qué escándalo! Pues ese es el Dios de gracia en el que creemos. La gracia, la misericordia, el amor, el perdón, la salvación es para aquel a quien Dios quiere dar fe para creer en él. Ninguno de los israelitas tenía más mérito que ella de formar parte de su pueblo. De hecho, Dios escogió a Abraham, a Israel, no por ser la mejor nación (espiritual, próspera o fuerte), sino porque así lo quiso (Deuteronomio 7:7-8).
Estamos en el error cuando comenzamos a pensar que los que somos parte de la Iglesia somos mejores o que tenemos preferencia ante Dios que los que no forman parte de ella. Este pensamiento infecta a muchos que se llaman creyentes y a iglesias locales completas. Rahab era prostituta, ¿cuál era el pecado al que estabas esclavizado cuando el Señor te redimió para él?
En cambio, a pesar de que Acán por genealogía era parte de Israel, menospreció a Dios al darle más valor a la plata, el oro y a un manto y el Señor lo desarraigó de su pueblo. Hoy, muchos desprecian al Señor, así que cuídate de no hacerlo también aunque te consideres cristiano. Muchos considerados “perdidos” tienen más fe que muchos que se consideran “salvos”; muchos perdidos serán salvados y formarán parte de la familia de Dios y muchos que se creían salvos y que se llamaban a sí mismos hijos de Dios serán desechados. Ya lo dijo Jesús. Sin duda, la fe tiene evidencias; se demuestra.