Cómo leer la Biblia sin quedarte dormido- Parte 3
Leer la Biblia nos lleva a hacer cambios en nuestras vidas. ¡Mira cómo! (más…)
Dios no pide que finjamos no estar enojados sino enojarnos sin pecar.
Últimamente he encontrado a cristianos interpretando el muy conocido texto que dice “si se enojan, no pequen” de formas por lo menos extrañas. Por eso es importante ir al texto y hacernos algunas preguntas.
Algunos piensan que la frase significa que si nos enojamos debemos poner cara de que todo está bien. Dios no nos pide fingir. Si nos enojamos lo demostramos. La gran pregunta es cuándo está justificado mostrar nuestro enojo y cuándo está mal. Vamos a la Biblia.
22 Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; 23 ser renovados en la actitud de su mente; 24 y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.
25 Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. 26 «Si se enojan, no pequen». No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, 27 ni den cabida al diablo. 28 El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados.
29 Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. 30 No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. 31 Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. 32 Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
Efesios 4 NVI
La frase es muy clara: es posible enojarnos sin llegar a pecar. Eso nos alivia a muchos, ¿verdad? El apóstol exhorta para evitar una serie de comportamientos que sí son pecaminosos, los cuales identifica con la “vieja naturaleza“, la carnal, la corrompida. El enojo no está mal, pero no controlar sus consecuencias sí que es pecado.
El enojo es una emoción. Dios nos equipó con ella y es parte de nuestra vida. No podría ser un pecado. ¿Te imaginas si lo fuera? ¿Te imaginas que la tristeza lo fuera, por ejemplo? ¡Prohibido entristecerse! ¡Prohibido enojarse! Pero no son pecado. Entonces, ¿cómo el enojo podría llevarnos a pecar?
Pablo nos ayuda diciéndonos que el enojo no debe durarnos todo el día. Eso seguramente lo sabíamos. Si nos vamos a dormir enojados y si permanece uno, dos, tres días, etc., comenzarán sus efectos destructivos. ¿Cuáles son? Tú y yo los conocemos: son pensamientos de…
Esos pensamientos serán materializados tarde o temprano y atraerán los problemas y sus consecuencias. Eso sin mencionar que tu mente, tu cuerpo, tus emociones, se van enfermando. Todo esto es dar lugar al diablo, no porque entre en ti y te haga hacer cosas que no habrías hecho. ¡No! Significa que lo que sientes y haces corresponde con la naturaleza del diablo y que estás decidiendo vivir según la vieja naturaleza, no la nueva.
Definitivamente, no está bien enojarnos por cualquier razón y mucho menos por tonterías. Parece obvio, pero muchísimas personas que son parte de una iglesia local son iracundas y débiles de carácter. Se enojan fácilmente y eso no muestra su unión con Cristo, sino a su carne. Por eso, cuando alguien se enoja, aunque sea justamente, algunos lo tachan como pecado de forma injusta e ignoran los motivos.
Por ejemplo, nos enoja la injusticia, nos enoja la hipocresía, nos enoja la falta de compasión, nos enoja la falta de temor de Dios de quienes supuestamente lo conocen, que falsos maestros usen el nombre de Dios en vano y, entre otras cosas, nos enoja la indiferencia hacia el dolor o simplemente los esfuerzos por ignorar a las personas, especialmente aquellas maltratadas, humilladas, abusadas.
Podemos expresar enojo sin llegar a insultar, sin maldecir, sin ser violentos ni agresivos, sin usar la burla, sin destruir, sin condenar, sin chantajear, sin manipular. Seguramente ya quedó claro. Entonces, observemos que nuestro enojo sea justo y que no nos lleve a pecar. No se trata de no mostrarnos enojados, sino de no permitir que el enojo nos controle.