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Dicen que van en contra de prácticas violentas, pero su alcance es mucho mayor.
El dictamen que el Senado aprobó que reforma el Código Penal Federal y la Ley General de Salud tiene el objetivo de prohibir y castigar penalmente toda terapia de reorientación sexual, es decir, cualquier esfuerzo para que una persona ejerza su sexualidad biológica, sea violento o no, sea voluntario o forzado. Esto criminaliza a quien “promueva, imparta, aplique, obligue o financie cualquier tipo de tratamiento, terapia, servicio o práctica, con o sin fines de lucro con el objetivo de obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar, anular o modificar la orientación sexual, identidad o expresión de género de una persona”, (texto de la reforma). En caso de que sean los padres, serán llevados ante un juez para su amonestación, pero este podrá hacer que intervenga el Estado si lo considera, afectando, limitando o retirándoles la patria potestad.
Todo parte de dos hechos: que las organismos internacionales y agrupaciones de psicólogos y psiquiatras dejaron de considerar a la homosexualidad como un problema mental que debía ser corregido, y que existen organizaciones que pretenden corregir la orientación sexual a través de prácticas violentas y de torturas. Sin embargo, en la realidad y en la práctica, no solo prohibe la operación de tales grupos, sino también que cualquiera pueda considerar esta creencia de género como no deseable, antinatural o contraria a las creencias religiosas propias, de la familia o de un grupo las prácticas sexuales diferentes a las heterosexuales (entre un hombre y una mujer).
Esto significa que si en una familia o grupo religioso se tiene la creencia de que las únicas prácticas sexuales aceptables son las heterosexuales, sus integrantes tienen prohibido vivir de acuerdo con una fe que sostenga tal afirmación. Los padres de familia no podrán practicar su creencia ayudándoles a confirmar su convicción al proveerles la ayuda espiritual, profesional y moral para que vivan de acuerdo con su sexualidad de nacimiento porque quienes la faciliten serán encarcelados. Esto limita la libertad religiosa de todas las personas porque la única alternativa es aceptar la doctrina sobre el tema que el Estado y organizaciones internacionales les imponen.
La orientación sexual es entendida como la preferencia de cada uno a ejercer su sexualidad según decida, se autoperciba o sienta, más allá de la sexualidad biológica. La reorientación sexual es definida como los esfuerzos para que dicha persona ejerza su sexualidad de nacimiento, en correspondencia con su genética. Los grupos conocidos como LGBT ven la reorientación como un abuso en contra de la persona, incluso como tortura. En el documento que expone la iniciativa de reforma (consultar aquí) para castigar penalmente a quienes estén involucrados en esfuerzos de reorientación no se considera que la persona la deseé, la solicite o la procure. En esta ideología es impensable que esto suceda debido a que creen que su condición no es producto de ciertas circunstancias que afectaron su percepción sobre su persona, ni siquiera de una elección personal, sino que es su naturaleza, aunque no se atreven a explicarlo de esa manera por carecer de evidencia científica.
La orientación sexual se da por hecho como algo que no se puede cambiar. Aunque descalifican a la reorientación sexual como una práctica sin bases científicas, fallan en proporcionar las bases científicas para la orientación sexual, es decir, para asumir que no necesita ayuda o que no puede ejercer su sexualidad biológica quien no se percibe como hombre ni como mujer o quien no tiene atracción por el sexo opuesto.
En resumen, como se cree que la orientación sexual es como es y no se puede cambiar, entonces es necesario prohibir cualquier posibilidad de intentarlo. Tal situación elimina por completo la consideración de que la propia persona quiera y pueda requerir de apoyo para ejercer su sexualidad biológica.
La prohibición y penalización de terapias de reorientación sexual que ya aprobó el Senado impedirá torturas y métodos violentos, pero también atenta contra la patria potestad, el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus creencias y contra la libertad religiosa. También atenta con el libre desarrollo de la personalidad de quien ha decidido que su orientación sexual corresponda con su genética, al impedírseles acceder al tratamiento que elijan.
¿De qué sirve el derecho humano de que un padre de familia tenga una creencia y la comunique a su descendencia mientras se encuentren bajo su tutela, si se les prohibe, aunque sea en parte, vivir según sus convicciones? Eso no implica ejercer violencia alguna. Es un error asumir en automático que eso será así y que los menores no hacen propia la creencia de sus padres, para rechazar y corregir voluntariamente cierta tendencia o la curiosidad por experimentar, propia de la niñez y la adolescencia, lo cual ha sido ampliamente documentado por investigadores de todo el mundo. Un adulto también vería limitada su libertad.
Más y más casos que salen a la luz de hombres y mujeres que pensaron tener otra orientación sexual y que tomaron decisiones irreversibles en ese sentido, tales como cirugías mediante las que mutilaron miembros sanos de sus cuerpos, pero reconocieron haber cometido un error bajo la influencia de profesionales de la salud, medios de comunicación y amistades. Esto ya es una evidencia de que no se puede ni se debe asumir de manera absoluta y totalmente inflexible que la orientación sexual es una certeza y que no cambia. Descarta por completo que la persona esté confundida, que su percepción esté alterada por circunstancias traumáticas o que simplemente tenga curiosidad por experiencias diferentes.
Mientras que por un lado se cree y se afirma que los profesionales de la salud no deben prescribir tratamientos que busquen la llamada reorientación sexual, para ciertos casos como los de los llamados transexuales sí se recomiendan tratamientos hormonales y quirúrgicos con el fin de que cambien su apariencia física para tener la de una persona del sexo opuesto. Especialmente en estos casos, se requiere mucho mayores esfuerzos para lograr un cambio que refuerce la orientación sexual percibida que para vivir según su genética. ¿Por qué unos son buenos y otros malos?
De hecho, en la iniciativa se pide no confundir los esfuerzos para ayudar a alguien a ejercer su percepción sexual con tratamientos hormonales de “feminización” o de “masculinización” del cuerpo, sin mencionar la mutilación de miembros sanos del cuerpo, con los esfuerzos para ejercer la sexualidad genética. Lo primero, dicen, no debe ser considerado tortura porque la persona lo solicita. ¿Y si esa misma persona pide intervención para ser lo que es biológicamente? No podrá, pues para los legisladores no existe tal posibilidad y, de hecho, ya lo han prohibido.
Otra contradicción muy obvia es que en la doctrina de esta ideología sí se puede nacer homosexual o transexual, por ejemplo, y por lo tanto no se puede cambiar, pero nadie nace hombre o mujer, sino que esa identidad se va construyendo socialmente.
Los creyentes de la teoría de género interpretan que discrimina quien decide vivir de acuerdo con sus convicciones religiosas y quien cree que la realidad biológica (ser hombre o mujer) define cómo vivir la sexualidad. En otras palabras, tal persona sería considerada como alguien que discrimina o como “fóbico”. Peor aún, quien ayuda a otro que así lo desea a vivir según su genética para superar confusiones e incluso traumas como violaciones en su infancia por otro hombre, por poner un ejemplo. Esto es falso.
Creer que una orientación sexual se puede superar de ninguna manera significa un odio hacia quienes las tienen. Solo implica que tanto unos como otros tienen ciertas creencias al respecto. Quien cree que la orientación sexual es una decisión tiene ciertos dogmas religiosos y ciertos valores morales. Quien piensa que no se puede cambiar, por su parte, ha decidido adoptar una ideología y vivir según sus postulados, pero no puede acusar a quien no simpatiza con ello de discriminarle y de ejercer violencia en su contra. Solo son justificaciones para demonizar a quienes piensan diferente. Es un comportamiento tiránico que no cabe en una sociedad libre, de derechos, democrática, de leyes para todos.
Pienso que alguien que vive según su biología vive, realmente, según su orientación sexual, y que alguien que procura vivir algo diferente estaría reorientando su sexualidad, una diferente a la configurada en su ADN, almacenado en cada célula de su cuerpo, como la ciencia lo describe.
Quien se percibe con una orientación sexual diferente a la que su genética prescribe puede seguirlo haciendo. El marco legal lo permite. Lo que no puede ser es que a esas mismas personas les quiten su derecho a solicitar la ayuda y los recursos que consideren adecuados para vivir según su realidad biológica, sobre todo, si ello corresponde con sus creencias religiosas, lo cual es su derecho humano. Prohibirles tener siquiera esa posibilidad también iría en contra del libre desarrollo de su personalidad, ¿no?