Cómo debo vivir si Cristo viene en cualquier momento
Si Cristo viene ya, ¿deberíamos subir a la azotea a esperarlo? (más…)
Dios nos enseña a trabajar con un matrimonio que pecó.
Estudio bíblico sobre la restauración de la familia de Adán y Eva, basado en Génesis 2 y 3.
Son los primeros habitantes del planeta. Tienen todo lo que pueden necesitar y desear y viven en una atmósfera de plenitud, abundancia y perfección. Tienen comunión con Dios, nunca le han desobedecido y solo deben evitar una cosa: comer del fruto de un árbol del jardín que les llevaría a conocer el bien y el mal. Dios había instruido a Adán sobre todas las cosas y su voluntad (2:15-18), y a su vez este se las enseñó a su mujer (3:2). El diablo la tentó, ella a su vez a su esposo y Dios cumplió su palabra al pronunciar la sentencia a la desobediencia. Ahora vivirían en un mundo corrompido, con vergüenza, sufrimiento y ofreciendo sacrificios por su pecado.
El desconocimiento de la dureza de las consecuencias no solo para el que comete el pecado, sino para otros, provee de una seguridad engañosa de que todo saldrá bien aunque se tenga la conciencia de que se está haciendo algo malo. En ellos y en nosotros hay cierta ilusión de que nos saldremos con la nuestra.
Ellos pecaban por primera vez, pero sabían lo que hacían. Si bien ellos no sabían exactamente cuáles serían las consecuencias de su desobediencia se les había advertido que morirían. Asimismo, ningún pecador dimensiona generalmente cuáles serán todas las consecuencias de sus acciones, aunque sabe que morirá. El engaño del diablo alimenta esa falsa seguridad de que conseguirán lo que quieren sin los resultados no deseados. Ser como Dios nos librará, pensamos, y nos esforzamos en tener el control pese a que es solo una ilusión.
En un principio, Adán y Eva usaron su libertad para elegir la desobediencia. Eso es algo de lo que no podemos presumir como seres humanos, pero sí como cristianos. Ahora tenemos libertad para elegir la obediencia y no volver a la esclavitud a nuestro pecado. No obstante, el matrimonio está constituido por dos pecadores y llegarán a pecar en contra de sí mismos, del otro o contra otros.
Dios nos pone el ejemplo para responder con estos principios pastorales y ayudar a los matrimonios en su restauración.
El Señor los busca para hablar con ellos. Aún sabiendo lo que habían hecho, Dios, como Padre que es, permitió que Adán y Eva hablaran de lo ocurrido. Fue lento para la ira y grande en misericordia al tomarse el tiempo de hacerles preguntas. Como juez, actuó según lo que había advertido y les dictó sentencia de muerte. Aunque la recompensa por su desobediencia fue muy dura, no fue proporcional a las consecuencias de la falta. El Señor actúa con mucha misericordia y gracia, por lo que los perdona. Los dignifica antes y después de la confrontación por su pecado: antes, los trató como adultos, seres conscientes y responsables, a pesar de la desobediencia y las implicaciones cósmicas; y después, los restaura al sacrificar animales por su pecado y vestirlos con sus pieles, haciendo posible que puedan invocarlo nuevamente y que él siga siendo su Dios. El castigo fue más severo para Adán por haber hecho mal uso de la autoridad que Dios le había dado al ser su primogénito y al conferirle las responsabilidades más altas por haberlo creado primero y por haber puesto a su cuidado a Eva. Dios los amó, por lo que no recurrió al abuso o la humillación. Hay que destacar que Dios perdonó la traición de este matrimonio y los aceptó nuevamente, pero no los libró de las consecuencias de su pecado.
En él, los matrimonios siempre tienen un nuevo comienzo.