Legalismo y libertinaje: dos caras de la misma moneda
Un síntoma de las iglesias enfermas es pensar que están sanas. (más…)
Nos resistimos a ser iglesia con cuidado, amor y consejo.
Muchos creyentes quieren salvación, consuelo, ánimo, salud, sus problemas resueltos, pero no desean ser iglesia. Nuestro lema actualmente pareciera ser “¡sálvese quien pueda!”.
Son dos las razones por las que ya no nos preocupamos los unos por los otros:
Tales razonamientos están equivocados y nada tienen que ver con el propósito de la iglesia, la cual existe para convertirse en una comunidad en la que sus miembros nos ayudamos unos a otros a perseverar en la fe. Para llegar a serlo debemos comprender estas 7 razones por las que todos debemos saber aconsejarnos bíblicamente:
¿Qué implica ser iglesia? De acuerdo con la Biblia ser miembros los unos de los otros.
5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. Romanos 12
12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 1 Corintios 12
Y si somos miembros los unos de los otros es nuestro deber amar a nuestros hermanos en la fe como a nosotros mismos, viendo por su bienestar, como también escribió el apóstol en Filipenses 2:4.
Pero debo ser insistente en que la iglesia está conformada solamente por quien es uno con Cristo porque vive como él vivió (1 Juan 2:6), esto es, quien renuncia a su voluntad para hacer la del Padre, porque Jesús no hizo su voluntad sino la de quien lo envió (Juan 6:38), porque ambos son uno (Juan 10:30; 14:8-9).
Somos miembro de un solo cuerpo, del cual la cabeza es Cristo. El que ha muerto a su carne para no practicar el pecado puede formar parte de este cuerpo, porque así es uno con el Señor. De manera que hay amor entre nosotros, de lo contrario, realmente no conocemos a Dios (1 Juan 4:20).
Es imposible ser indiferente con los de la iglesia del Señor, porque nos amamos. Y si alguien sufre, le consolamos; si es sorprendido cometiendo pecado, le restauramos; si alguno ofende, le perdonamos; si alguno está desanimado, le animamos; y al que necesite corrección o disciplina, como un acto de amor para que no se endurezca su corazón le ayudamos a arrepentirse.
Dejar al otro con su problema es ser indiferente. Voltear para otro lado y permitir que el creyente se aleje de la iglesia y de la fe por vergüenza, temor o culpa. Esto pasa cuando, en vez de amar aconsejando y restaurando, señalamos y aislamos al que tropezó.
Sin embargo, en ocasiones reaccionamos así debido a que preferimos proteger nuestra reputación espiritual, en otras palabras, la buena imagen ante los demás. No importa cuán mal andemos, es mejor que los demás no se enteren de nuestras faltas, y para cubrirlas ignoramos las de los otros.
Para hacer discípulos primero debemos ser uno. Y un discípulo de Jesús es alguien dispuesto a renunciar a su verdad personal, su mentira, para creer la verdad del Padre. Eso incluye abandonar la vida de práctica de pecados que lleva, para en adelante obedecer la voluntad de Dios.
Hay un convencimiento de que esos pecados ocasionaban dolor y muerte, y que la vida abundante y la libertad en Jesús son mejores. Entonces, este discípulo hará discípulos siendo ejemplo para ellos de esta nueva realidad en su vida, y no será solamente un lindo discurso.
Cuando cada persona que integra la iglesia es discípulo de Jesús, este puede ayudar a otros porque su vida de integridad le da la autoridad para servirles.
A la vez que el discípulo se compromete personalmente con Cristo, anima a otros a hacerlo mediante el consejo bíblico. Este creyente alimenta su mente y espíritu de la verdad, y la vive, por lo que orienta a otros a partir de las Escrituras, y no desde sus puntos de vista personales.
El consejo de las Escrituras es lo que escudriña las mentes y los corazones de cada creyente. Alguien que se alimenta de ellas no habla por su propia cuenta y no vive según su propia sabiduría.
La verdad ayuda al creyente a hacer la voluntad de Dios, y cuando uno de sus hermanos falla en lograrlo el discípulo tiene lo necesario para aconsejarle y restaurarle. Todos vivimos según la verdad, no según nuestras verdades, y es su Palabra la que todos obedecemos, no voz de hombre.
Cuando todo lo anterior es la realidad de nuestras iglesias locales, la vida de cada creyente procura perseverar en la fe en Cristo, y unos a otros se orientan para juntos lograrlo porque son miembros los unos de los otros, se aman, se discipulan, son íntegros y fundamentan sus vidas en la verdad, no en lo que cada uno cree es lo mejor.
Una iglesia así ve crecer en madurez a sus miembros, y se animan a agradar a Dios en todo, porque no hay orgullo ni soberbia entre ellos, nadie es mejor que el otro, sino que hay humildad para considerar a la persona que sirven como superior a sí mismos. ¿O tú servirías a quien crees que no lo merece?
3 No hagan nada por contienda o por vanagloria. Al contrario, háganlo con humildad y considerando cada uno a los demás como superiores a sí mismo. 4 No busque cada uno su propio interés, sino cada cual también el de los demás. Filipenses 2 (RVC)
Sí, todos debemos ser iglesia, todos debemos ser discípulos, todos debemos aconsejarnos mutuamente y restaurar a quien lo necesite. La pregunta es, ¿cómo?, pues no todos deben ni pueden. Para ello hay que caminar hacia allá, para que no haya simpatizantes de Jesús, sino discípulos. En ese camino Restaura Ministerios puede apoyar el trabajo de las iglesias.
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