Cuando el día de las madres es felicidad y dolor
El “día de las madres” es un hermoso festejo, pero no para todas. (más…)
Hagamos un alto para reflexionar en el aprendizaje que trajo la prueba.
En lo personal, este tiempo diferente ha sido usado por el Padre para que mi fe esté en Cristo y no en mí, mis ‘méritos espirituales’ o en una idea distorsionada de quién es Dios y de quién soy yo. El fuego de la prueba descubrió mis pensamientos, mis motivaciones y mis obras.
No que todo estuviera mal… pero podríamos engañarnos y pensar que hacemos todo bien por el hecho de que somos cristianos, pero la realidad es que todos requerimos examinarnos constantemente. Por eso te comparto mis 10 lecciones espirituales
Busca en nuestro podcast “Aprendizajes en 2020 y desafíos para 2021 de la iglesia evangélica” en el Episodio 13 de la Temporada 2. Da clic aquí.
Como seres humanos cometemos con frecuencia el error de dar todo por sentado. Esto nos lleva fácilmente a otro error, que es dejar de revisar las prioridades. Esto lo logro haciendo un alto. ¡Tengo que hacer un alto y dejar de correr / planear / ejecutar / hacer / estudiar / servir / etc! No puedes reflexionar si no te detienes; no puedes saber si vas bien si no haces una pausa para pensar y evaluar. La pandemia nos detuvo… o por lo menos eso creo que hizo el Señor.
Muchos como cristianos vivimos dirigidos por muchos afanes que tienen quizá un buen propósito y buenas motivaciones en su origen. Quizá no. Pero ese es el problema: si no paramos ¡no lo sabremos! No sabremos si son afanes o no, si es religiosidad o no, si es adoración o no. El objetivo de revisar constantemente nuestras prioridades es redireccionarnos, una vez más, hacia Cristo para vivir en Cristo y así adorar a Dios con todo lo que somos en todo lo que hacemos (y no hacemos).
Entonces, descubres que NO es suficiente con tomarte ese tiempo para pensar y evaluar, tiempo de examinación para contrastar tu vida con lo que Dios espera de ella, con lo que él quiso que fuere desde un principio. Si no tomas las decisiones que debes, si no pones manos a la obra no servirá de nada haberte examinado.
Eso es arrepentimiento. Debes cambiar el rumbo si Dios te está mostrando claramente que debes hacerlo. Al reflexionar y darnos cuenta de que nuestra prioridad no es adorar a Dios y amar al prójimo lo que sigue es empezar a hacer o dejar de hacer. ¡Cambiar nuestras prioridades! Y antes de la pandemia, en mi caso, no estaban bien. Aprovechar bien el tiempo, orar más o correctamente, revisar los pensamientos y las emociones, meditar más en las Escrituras, ponerlas en práctica en mi vida y hacia mi prójimo (cónyuge, padres, hijos, hermanos carnales y espirituales, vecinos, desconocidos)… ¿Qué cambios necesitas hacer tú?
Los medios dieron a conocer que varios contagiados de covid-19 estaban muriendo no por el virus sino porque este complicó su diabetes, sus problemas de obesidad, su presión alta, sus problemas de riñones, por ejemplo. Este año sensibilizó a muchos en cuanto a su estilo de vida al comer y de actividad física (no es necesario ir a un gimnasio), pero también con respecto a los pensamientos y emociones a los que dan cabida, los cuales también enferman.
Este año que termina me ha enseñado como ningún otro que presentar mi cuerpo como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios es realmente la manera de adorar a Dios. Hacerlo de forma racional es hacerlo espiritualmente. Adorar a Dios nos conduce a la salud mental, emocional y corporal porque cambia nuestros pensamientos y nuestros comportamientos. Es increíble, pero muchas veces queremos separar lo mental, lo emocional y lo corporal de lo espiritual. ¡Es un error! Todo es espiritual para el que ofrece su propia vida como sacrificio vivo a Dios, cada día.
Con comunión me refiero a pensar la misma cosa aun en medio de la diversidad de personalidades y de dones. Para muchos que se identifican como cristianos, la pandemia fue una razón más para dividir, para condenar, para adorar sus ídolos. Hoy más que nunca entiendo la importancia de que en lo personal tengamos comunión con Dios para que, en lo comunitario, ejerzamos dicha comunión.
No podemos pretender hacer iglesia sin ser iglesia de Cristo. La unidad que debemos buscar no es la institucional, sino la que nos distinga como los que son sal y luz, los que han sido transformados por el poder de Dios, los que han hecho a Jesús su Señor y honran esa decisión en todas y cada una de sus decisiones.
Sin duda, muchos fuimos fortalecidos por la comunión con otros seguidores de Jesús durante este año adverso. Por el contrario, le fue más difícil al que intentó salir adelante sin la compañía y ayuda de otros. Algunos vivieron estos meses en angustia, con escasez, con amargura, en soledad.
En medio de una emergencia como la experimentada en 2020 es cuando es más urgente hacer iglesia. ¿De qué sirve tener transmisiones de cultos, estudios bíblicos y de reuniones de oración si algunos miembros del cuerpo se duelen y no nos dolemos con ellos, requieren consuelo y no los consolamos, necesitan de nuestra ayuda y no los ayudamos? En estas cosas, y no solo en la doctrina, es donde se expresa la unidad de la iglesia de Jesús.
En tiempos extraordinarios como los vividos nos queda más claro que nunca que el evangelio de Cristo no es solo un cuerpo doctrinal entendido como un conjunto de creencias con las que concidimos ––más como una afirmación verbal que vivencial––. Al ser impedidos de reunirnos en un edificio la iglesia se dispersó en hogares, en familias extendidas, en edificios vecinales, en colonias y hasta en hospitales.
Claro, esto ya ocurría antes, pero la conciencia de ello cobró un nuevo significado y adquirió un gran vivacidad. La practicidad del evangelio quedó en evidencia. Muchos han obedecido al mandato de amar a su prójimo mediante las buenas obras con urgencia y oportunidad en estas circunstancias difíciles.
Ante las lecciones descritas en los 6 puntos anteriores, una fuerte lección ha sido la verdad de que vivir en Cristo significa también morir al pecado. Tanto creyentes como no creyentes esperan ver en nuestras vidas las realidades que decimos creer. En lo personal, una lección reaprendida ha sido renunciar a la tentación de dar la percepción de que yo sea perfecto.
En su lugar, mi compromiso debe ser no solo público, también personal al decidir en todo que sea Jesús quien reine en mi vida, no mi pecado. Esto tiene consecuencias en todas las áreas de mi vida y, aunque el beneficio no es exclusivamente para mí, el compromiso sí es mío. Las victorias podrán ser visibles a todos, pero solo mi Señor y yo conocemos mis sacrificios y mis luchas.
Las cosas no solo se pueden quedar ahí, en la bendición individual de seguir a Jesús. Precisamente, al seguir sus pasos, comienzo a ver la urgencia de que el señorío de Jesús se extienda a las vidas de otros que permanecen esclavizados a sus pecados y, por ende, dominados por la muerte. Eso muchas veces no es evidente y hay quienes creen que tienen vida y están muertos, se digan cristianos o no. Por eso necesito recordar las dos primeras lecciones de este artículo.
La vida abundante en Jesús es tan radicalmente diferente a la muerte en la que vivíamos que podemos y debemos comunicar la esperanza que ahora tenemos en medio de nuestra abundancia así como de nuestro propio sufrimiento, sobre todo ante la enfermedad y muerte física. Al pasar tiempo con otros que no han creído damos oportunidad de mostrar cómo vivimos lo que creemos y, sobre todo, quién es y cómo es nuestro Redentor.
Ha sido una de las lecciones más importantes para mí entender que la soberanía de Dios es para amarme y no para tratar de justificar cosas que no entiendo. Dejé de utilizarla como una fría y a veces cruel aceptación para asumirla como la gracia que necesito para adorarle. En otras palabras, aunque no lo merecía él decidió reconciliarse conmigo y todo lo que ocurre en mi vida y a mi alrededor son oportunidades para adorar al que me amó.
La resignación a la que Dios me insta no es a la de una aceptación ciega de una voluntad que no entiendo y, muchas veces, ni conozco. Al contrario, es la entrega voluntaria de mi propia vida a aquel que conozco para que haga en mí no una voluntad indescifrable, sino la voluntad que ya me ha revelado. El resultado es paz, gozo y agradecimiento a Dios más allá del dolor que humanamente pueda sentir, no estancado en un dolor provocado por mis deseos de controlarlo todo.
Una lección de suma importancia es que el evangelio no consiste en un cambio de hábitos en los que en lugar de ver fútbol los domingos ahora voy al edificio donde la iglesia se reúne. Entonces creeré que el evangelio y que lo “espiritual” solo son un conjunto de rituales, hábitos, prácticas entre Dios y yo, y que la iglesia juega un papel instrumental, de ayuda para ello.
El evangelio es reconciliación con Dios mediante Jesucristo para tener compasión, compañerismo, compromiso con el otro, escucha interesada, ayuda desinteresada, aliviar, crecer juntos en Cristo, menguar juntos a nosotros mismos, y sí, abrazar y tocar para amar y sanar. Por eso, ahora valoramos tanto la belleza del contacto físico, pero en su ausencia, redescubrimos el valor de las palabras, de las miradas, de la oración unos por otros, de los detalles y regalos, ––y algo muy valioso–– del tiempo dedicado a alguien.
Antes de comenzar a escribir las lecciones espirituales en realidad no las conté porque seguramente son más, pero sobre todo mi primera lección es que Dios está por encima de todo y ocupa el primer lugar en mi vida, que todo lo puedo pero en mis fuerzas sino por la voluntad y poder de mi padre Dios, que soy lo soy y tengo lo que tengo porque Dios me ama, Que Dios me rodea de sus ángeles y me habla a través de ellos y doy gracias a Dios por la vida de la gente que ha sido de bendición a mi vida. Que necesito a Dios en mi vida. Que Él me cuida y me da paz, que antes de ir a nada más debo ir al él, que su palabra siempre estuvo a mi disposición y no la busqué sin embargo me habló y me
Habla de muchas formas, hoy no puedo pasar un día sin sentirme en su presencia y oír su palabra.
Que doy gracias a Dios porque usa a personas en ministerios como el de ustedes Efra y Pao y llegan a personas que lo necesitamos, y que buscan la forma de seguir llevando la palabra de Dios.