Cómo saber que tu matrimonio necesita consejería bíblica
El peor error es esperar, podría ser demasiado tarde. (más…)
Estos 6 meses han pasado muchas cosas. Hagamos un alto y reflexionemos.
El chiste de moda estos días es que 2020 ha traído consigo una cantidad de eventos apocalípticos, como la pandemia, incendios devastadores en diversas partes del planeta, conflictos internacionales entre Estados Unidos e Irán y también con China ––por lo que se llegó a hablar de una supuesta Tercera Guerra Mundial––, protestas sociales, granizadas y lluvias descomunales, así como terremotos. La gente se siente vulnerable. Detrás de este humor hay cierta angustia ante el desastre.
Me parece que es bueno no dejar pasar la oportunidad de meditar en las lecciones que hemos aprendido no solo durante la pandemia. Quizá ya hemos tocado el tema en algunas de nuestras conversaciones. Creo que es muy bueno hacerlo una vez más.
Soy un aficionado de observar los comentarios de la gente en redes sociales. Me permite medir el pulso de los pensamientos, las emociones y los comportamientos. Me parece que muchos coincidimos en que nos hemos sentido pequeños ante estos desastres.
Estamos sujetos al accidente. Nuestras ideas sobre nuestra inteligencia, capacidades, nuestra riqueza e incluso nuestras creencias salen sobrando. Nuestra impotencia nos ha permitido apreciar nuestra pequeñez y, ante ella, surge un instinto por invocar a un poder superior; uno al que los demás poderes se sujeten.
Lo extraordinario es que no solo eso es posible. Lo maravilloso es que Dios, que está por encima de todo, se compadezca de nuestra condición. En nuestras muchas limitaciones apreciamos la grandeza de Dios.
Oh Señor, Soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos! 2 Por causa de tus adversarios has hecho que brote la alabanza de labios de los pequeñitos y de los niños de pecho, para silenciar al enemigo y al rebelde. 3 Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, 4 me pregunto: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el ser humano, para que lo tomes en cuenta?» 5 Pues lo hiciste poco menos que Dios, y lo coronaste de gloria y de honra: 6 lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio; 7 todas las ovejas, todos los bueyes, todos los animales del campo, 8 las aves del cielo, los peces del mar, y todo lo que surca los senderos del mar. 9 Oh Señor, Soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!
Salmo 8 (NVI)
De la mano de nuestra pequeñez aprendemos sobre nuestra fragilidad. La pandemia nos ha recordado que un virus, algo que ni podemos ver a simple vista, puede destruirnos generando una buena cantidad de sufrimiento en el proceso.
Podemos buscar seguridad en la buena alimentación, en buena calidad de vida, en una buena educación para tener un buen trabajo y así obtener mucho dinero para comprar salud, pero la vida sigue siendo frágil ante la guerra, el odio, la enfermedad y la naturaleza. A decir verdad, somos vulnerables ante cualquier situación en un mundo predecible e impredecible a la vez.
6 Una voz dijo: «¡Grita!». Y yo pregunté: «¿Qué debo gritar?».
Isaías 40
«Grita que los seres humanos son como la hierba.
Su belleza se desvanece tan rápido como las flores en un campo.
7 La hierba se seca y las flores se marchitan bajo el aliento del Señor. Y así sucede también con los seres humanos.
8 La hierba se seca y las flores se marchitan, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre».
La ilusión de poder distorsiona nuestra realidad. Tomamos decisiones y creemos dirigir el curso de nuestra vida, pero no podremos saber lo que pasará el siguiente minuto y mucho menos cuándo ni cómo moriremos, por ejemplo.
Podemos hacer esfuerzos por dirigir y aprovechar los recursos, pero no tenemos control absoluto sobre el tiempo, la naturaleza, la vida, la muerte, el envejecimiento o de la respuesta de nuestro organismo a una enfermedad.
Reconocer esta realidad es una afrenta al ser que ha conquistado las fuerzas de la naturaleza para llegar a la luna, pero no puede conquistar su carácter para dominar sus instintos, necesidades y deseos.
25 “Por tanto les digo: No se afanen por su vida, qué han de comer o qué han de beber; ni por su cuerpo, qué han de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Miren las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas? 27 ¿Quién de ustedes podrá, por más que se afane, añadir a su estatura un milímetro? 28 ¿Por qué se afanan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo crecen. Ellos no trabajan ni hilan; 29 pero les digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. 30 Si Dios viste así la hierba del campo, que hoy está y mañana es echada en el horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?
Mateo 6
¿Por qué soberbia? Porque a pesar de todo lo anterior no aprendemos que somos pequeños, que somos frágiles y que no tenemos el control.
¿Mi consejo? Acudir al que es grande, al que es poderoso y a quien tiene el control. ¿Dije acudir? Refraseo: humillarnos. Si es digno de ser llamado Dios, debe generar esa humildad en nosotros, esa reverencia, respeto a su investidura y autoridad. No obstante, aunque él es digno de todo ello, en Jesucristo ha pasado por alto los pecados pasados para reconciliarse con la humanidad a pesar de que le hemos rechazado.
24 Sin embargo, Dios nos declara justos gratuita y bondadosamente por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados. 25 Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre. Ese sacrificio muestra que Dios actuó con justicia cuando se contuvo y no castigó a los que pecaron en el pasado, 26 porque miraba hacia el futuro y de ese modo los incluiría en lo que llevaría a cabo en el tiempo presente. Dios hizo todo eso para demostrar su justicia, porque él mismo es justo e imparcial, y declara a los pecadores justos a sus ojos cuando ellos creen en Jesús.
Romanos 3
Somos pequeños, frágiles y no tenemos el control, pero podemos hacer algo ante esa realidad: ser humanos. Ante el desastre, nuestra vulnerabilidad a las circunstancias e impotencia la respuesta común es el egoísmo, la avaricia, la indiferencia, la injusticia, el mal. Sin embargo, podemos responder diferente, como humanos.
¿Cuál es el mejor ejemplo de ser humano? El de uno que no fue egoísta, que no fue avaro ni indiferente, sino justo, bueno y amoroso tanto con su enemigo como con el desamparado que no podía pagarle el favor. Ese es Jesucristo, quien dijo de sí mismo que es el camino, la verdad y la vida debido a que procede de Dios y es Dios mismo.
Así podemos ser solidarios, ponernos en los zapatos del otro, comprensivos, compartidos, sacrificados, en fin, nuevos humanos, según Cristo. Su evangelio no nos insta solo a aprender de él, sino a ser libres en él para ser como él. Dios nos da de su Espíritu para hacerlo posible. Esta es la lección más importante.
25 En esa ocasión, Jesús hizo la siguiente oración: «Oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, gracias por esconder estas cosas de los que se creen sabios e inteligentes, y por revelárselas a los que son como niños. 26 Sí, Padre, ¡te agradó hacerlo de esa manera!
Mateo 11
27 »Mi Padre me ha confiado todo. Nadie conoce verdaderamente al Hijo excepto el Padre, y nadie conoce verdaderamente al Padre excepto el Hijo y aquellos a quienes el Hijo decide revelarlo».
28 Luego dijo Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso. 29 Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma. 30 Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana».