La “maléfica” mentira del relativismo moral: somos buenos (y malos)
La posmodernidad taladra en nuestras mentes el relativismo moral. Cuidado. (más…)
La idolatría no distingue nivel educativo, económico, social, raza, religión… ni la ausencia de ella.
He sido testigo de que muchos cristianos creen que todos son o pueden ser idólatras pero que para ellos es imposible caer en este pecado. Según ellos, los católicos sí son unos idólatras por dirigirse a las figuras que recuerdan a santos y santas, pero un evangélico nunca podría ser idólatra. Reflexionemos en este artículo sobre la idolatría y la adoración a Dios.
Los seres humanos tenemos una inclinación natural a adorar a algo o a alguien. No importa que alguien no se crea religioso, esa persona también tiene un dios.
En la antigüedad se adoraba lo que no se comprendía, lo sobrenatural. En todas las culturas siempre se tuvo una conciencia acerca de lo divino, y en todas las civilizaciones surgieron religiones. Las que no desarrollaron mitologías sobre seres celestiales convirtieron a sus reyes y a sus emperadores en dioses y los adoraron como tales.
La adoración, sin importar el objeto adorado, siempre tiene en común una sola cosa: la rendición o sometimiento total de la voluntad… de nuestra voluntad. Muchos adoran esculturas, a la naturaleza o a espíritus, y en otros casos, no se requiere profesar una religión, rinden adoración a algo o a alguien al someter su voluntad a ellos. Es el mismo efecto.
En plena posmodernidad, las figuras públicas hacen las veces de las figuras de criaturas divinas, los budas, los santos de yeso o de las centenas de vírgenes disponibles para todos los gustos y necesidades. Las “catedrales” donde son exhibidas son los medios de comunicación masiva, donde adoramos a deportistas, cantantes, actores, políticos, pensadores, motivadores, empresarios y por supuesto al líder del catolicismo. No obstante, muchos cristianos se idolatran a sí mismos o a pastores, predicadores, escritores, cantantes y ahora también a los mal llamados apóstoles, por citar unos pocos ejemplos, al ponerlos a ellos y a sus enseñanzas por encima de Cristo.
¿Por qué la adoración es importante?
La Biblia nos dice que el problema está en nuestra voluntad. Y tiene que serlo, pues el fenómeno instintivo de la adoración consiste en el sometimiento de la voluntad a aquello que la dirija.
La pareja primitiva, Adán y Eva, cede su voluntad a la codicia de sabiduría para “ser como Dios”, según la promesa de Satanás. Cosa curiosa: el relativista crea su verdad particular con la intención de no someterse a absolutos religiosos, morales o éticos, pero se rinde ante sus instintos, deseos y necesidades. Quienes adoramos a Dios creemos en su verdad y hemos renunciado a nuestra mentira.
La Biblia explica esta condición con un razonamiento simple y comprobable:
16 ¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. Romanos 6
En otras palabras, por nuestra naturaleza somos sometidos a una esclavitud permanentemente. Lo que pensamos es lo que creemos y lo que creemos nos dirige.
Esta esclavitud también significa que nosotros no establecemos las reglas, aunque deseamos pensar que sí.
Debe existir la verdad para que lo ajeno a ella sea mentira. El relativismo se pregunta: –¿Para qué necesitamos una verdad absoluta? Seamos cada quien nuestra verdad y listo–.
No obstante este razonamiento, las verdades absolutas llenan el universo. La materia (elementos químicos), las matemáticas, el tiempo, el espacio, la física y las fuerzas de la naturaleza, los lenguajes, el silencio, la vida, la muerte… y gracias a todo ello es posible vivir en un mundo como este para entendernos, transformar la materia y usar las leyes científicas para comunicarnos, cocinar, bañarnos, construir y viajar al espacio exterior.
La verdad incluye lo espiritual. Hay muchos dioses y religiones porque el ser humano no ha querido adorar al único Dios, Yo Soy, el Creador de todo cuanto existe, y en su lugar dieron culto a lo creado. El adorador somete su voluntad a la de Dios, mientras que el idolatra somete su voluntad a cualquier cosa.
El cristiano cree que no es idólatra porque no se inclina ante imágenes. La idolatría también es pretender adorar al Dios verdadero y en la práctica rechazar su voluntad, soberanía, santidad, justicia y autoridad. Algunos dicen adorar a Dios, cuando en realidad se hacen dioses a sí mismos haciendo su propia voluntad.
Si el problema original fue haber conocido a Dios y no haberle glorificado como a Dios, y habernos envanecido en nuestros razonamientos, produciendo un corazón necio lleno de maldad, entonces si no adoraremos a Dios seguimos así, aunque digamos que hicimos una oración para recibir a Jesús, aunque vayamos a un templo cada semana y a pesar de participar religiosamente en las actividades de la iglesia.
21 Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios. Romanos 1
¿Qué implica adorar a Dios?
A estas alturas es una pregunta obligada. Implica reconocerle como autoridad suprema, creador, juez, soberano, pero también someterse a sus designios, a su voluntad y amarle. ¿Cuál es su voluntad? Romanos 12 nos da unas pistas:
Hacer todo esto es adorar al Dios verdadero. Jesucristo mismo dijo que el árbol bueno produce buenos frutos. Adorar a Dios y servirle nos da la libertad de servir a los demás.