Cómo amar al pecador pero no a su pecado
Identifiquémonos con el sufrimiento del pecador para relacionarnos con otros como Cristo lo hizo. (más…)
Examinen si en tu iglesia local están cumpliendo su propósito.
Entraste a leer este artículo y eso significa que tienes preocupación porque tu iglesia sea efectiva. La pregunta es: ¿cuáles son los parámetros que nos permiten saber si estamos haciendo las cosas bien para alcanzar sus objetivos y cumplir así su propósito?
En este texto voy a explicar cuáles son los parámetros que generalmente utilizan las congregaciones contemporáneas y, al mismo tiempo, indicaré el porqué de su falta de efectividad. Pero empecemos por el principio, ¿cuál es el propósito de la iglesia? Si no lo conocemos, ¿cómo saber si somos efectivos en alcanzarlo y llevarlo a cabo?
Si preguntas a cualquier cristiano cuál es el propósito de la iglesia te dirá que compartir las buenas nuevas de salvación del pecador mediante su fe en Cristo. Está bien, en general, pero tendríamos que arrancar libros completos a nuestras Biblias si el evangelio se tratara únicamente de eso.
Antes de que un seguidor de Jesucristo comparta el evangelio tuvo que haberlo conocido, creído y vivido. La madurez espiritual está más relacionada con lo que el cristiano hace que con lo que sabe. Si alguien conoce 10 cosas sobre Dios su vida es transformada por ellas en la medida en la que vive según esas verdades y lo mismo si sabe 50. Quien sabe que Dios es amor, ama; que es santo, se aparta del pecado; que es justo, hace justicia; que es bueno, imita su bondad; lleno de gracia, trata con la misma gracia a otros pecadores; que es Dios, se sabe una criatura que le adora…
Es este hijo de Dios quien testifica con su propia vida y con su boca que Jesús es el Señor, claro, ¡porque demuestra que es su Señor! De manera que en esto se cumple el propósito doble de 1) adorar a Dios y amarlo por sobre todas las cosas con toda la mente, con toda el alma y con todas las fuerzas y de 2) amar al prójimo como a uno mismo obrando en su favor y al compartir el evangelio para que otros sean discípulos de Jesús.
¡Sí! El propósito de la iglesia es lograr que cada miembro cumpla con ese propósito doble. No obstante, pareciera que nuestro propósito consiste en muchos otras cosas diferentes. ¿No me crees? Piensa en las prioridades de tu iglesia. Ahora, ¡imagina cómo sería tu iglesia si enfocara todos sus esfuerzos, energía, dinero, tiempo, en fin, todos sus recursos en cumplir este propósito doble que Jesús describió como aquello en lo que se resumen la ley y los profetas.
Entonces, los miembros de la iglesia cumplen simultáneamente con ambos objetivos y, haciéndolo, cumple su propósito de existir. Al adorar a Dios le da la gloria como Dios y al compartir la buena noticia se compromete con las personas a vivir apasionadamente el evangelio en integridad y justicia, invirtiendo tiempo en servirles no para que vayan a nuestra iglesia, sino para que se reconcilien con el Señor y porque les amamos.
Ya tenemos presente el propósito de la iglesia, ahora veamos cómo puede ser efectiva. Hay mucha bibliografía al respecto. Yo quiero citar a Covey debido a que resalta un aspecto muy útil para nuestras iglesias.
“La efectividad es lograr hoy el objetivo planteado de una manera que nos permita seguir obteniendo los mismos resultados una y otra vez”.
“Los 7 Hábitos de las Personas Altamente Efectivas”, Stephen Covey
Entonces, todo lo que hacemos para cumplir el propósito de la iglesia debería dar fruto al reconciliar a otros para que también adoren al Dios vivo y verdadero, y que así también amen a su prójimo como a sí mismos. Somos efectivos en la medida en la que logramos que otras personas de nuestras comunidades sigan a Jesús y tengan vidas transformadas por su poder. Las siguientes son algunas formas en las que pretendemos ser efectivos y no lo conseguimos.
Nos ha tocado vivir una época en la que las iglesias consideran que ser efectivas es organizar la mayor cantidad de actividades posibles y comprometer a la mayor cantidad de personas a participar en ellas.
Esto le da una apariencia de tener vida, aunque podría estar más muerta que un pescado. No todas las iglesias llenas de actividades están muertas, pero todas las iglesias muertas tienen calendarios llenos de actividades. Por ejemplo, un coro o un estudio bíblico en casa podría animar a sus integrantes en los dos propósitos mencionados o ser un club para pasarla bien, lo cual no está mal pero no es la razón de existir de la iglesia.
El problema serio es que ninguna de nuestras actividades y de nuestros ministerios, o por lo menos muchos de ellos, no ayuden a nuestra iglesia a lograr su propósito de existir.
Otras iglesias confunden efectividad con cantidad. Logran muchas conversiones, bautizan a muchos, tienen muchos ministerios, hacen muchas actividades, muchas personas sirven en las reuniones dominicales o tienen muchos miembros.
He conocido una gran cantidad de estas iglesias cuyos miembros se esconden en el anonimato para no rendir cuentas a nadie y vivir como desean. La gente por lo regular piensa que si tantas personas se reúnen en esa iglesia es porque están haciendo muy bien las cosas. No necesariamente… Cuando a Jesús lo seguía mucha gente él mismo los hizo examinar sus motivaciones, las cuales estaban equivocadas (Juan 6).
Eso suena bien, pero el problema serio es que por muy buenos resultados cuantitativos que tienen eso es indicador de que estén cumpliendo su propósito como iglesia de Cristo.
Muchas veces pensamos que la intención de hacer algo para Dios es lo único necesario. Hacemos cosas de forma mediocre: la alabanza, la predicación, la enseñanza, el evangelismo, el consejo, en fin, cuanta cosa podemos hacer como iglesias, sin estudio, preparación, compromiso con la gente ni con Dios.
Claro, la iglesia no es una empresa llena de profesionales en cada área. Sin embargo, es terrible que sea una especie de obligación la existencia de ministerios para los que nadie tiene habilidades, capacidades ni dones. Muchas un ministerio es de gran mediocridad y, aunque pasan los años, los ministros no están interesados en mejorar porque “lo importante es el corazón”. El Señor nunca ha promovido la mediocridad. Para Él, lo mejor.
El problema serio es pensar que porque nuestra intención de servir a Dios es buena podemos hacer cosas indignas de Dios que incluso serían indignas para un gobernante o para una persona que apreciamos. Las intenciones no nos ayudan a cumplir con nuestro propósito como iglesia.
El extremo opuesto es cuando todos somos muy profesionales en todo lo que hacemos, tanto, que la falta de espiritualidad no es una preocupación.
No es difícil imaginar a ministro de alabanza, un maestro, evangelista, predicador, etcétera, con grandes habilidades y buena capacitación pero vanidosos, orgullosos, codiciosos y encima de todo no le dan la gloria a Dios.
El problema serio es pensar que el profesionalismo no tiene nada que ver con la actitud humilde del siervo enseñada por Jesús, y que nuestros proyectos de altos vuelos no contribuyan en nada a cumplir con nuestro propósito de ser como iglesias. Es cuando la sal pierde su sabor.
Estoy convencido de que en la iglesia efectiva “menos es más”. Menos ministerios es una estructura organizacional más “ligera”, menos compleja, que demanda menos presupuesto, menos gastos superfluos e irresponsables, menos activismo inútil, menos proyectos ambiciosos que no dan fruto, menos tiempo perdido, menos energías gastadas a lo tonto…
Y por otro lado, una iglesia compacta tiene la agilidad de responder a las necesidades espirituales y materiales de su entorno con recursos humanos y económicos, por ejemplo. Si la gente no está distraída con algo que no aporta al cumplimiento del propósito de la iglesia del Señor puede usar su creatividad, recursos y energía en consolar, servir, enseñar, capacitarse, dedicar tiempo a otros discipulando en el día a día y la vida real, aconsejando, restaurando…
El reto en serio es ser iglesias efectivas evaluando cada uno de nuestros ministerios y alineándolos al cumplimiento del propósito de la iglesia de Jesús.
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