Consejos ante la muerte de un ser amado – Parte 10
La crisis de fe de quien sufre la muerte de alguien amado. (más…)
Intentos de una viuda para lidiar con la soledad.
La relación matrimonial es un vínculo poderoso, liga tu alma, tu mente y tu cuerpo al de otra persona, de tal manera que se cumple lo que dice la Escritura: te vuelves una sola carne con el que amas.
Es literal y está de más que intente explicarlo, por eso la separación por la muerte es tan terrible al punto que la Biblia la llama aguijón. La compara con llanto y lamento, a un sueño, a un valle tenebroso, a algo tan fuerte como el amor, tan tenaz como la pasión.
Haber disfrutado una relación tan profunda y única con una persona, y luego no tenerla, lógicamente te confronta con algo que no conocías antes: la soledad.
Ahora es una soledad extraña porque en mi caso no vivo sola. Estoy acompañada todo el tiempo por mis tres hermosos hijos, tengo muchos amigos que me aman, me buscan, me mandan mensajes, me visitan y me cuidan, así que no es la soledad por abandono la que repentinamente aparece. Esta se esconde en el fondo del corazón porque tenías una complicidad con alguien que nadie más podrá suplir jamás.
¿Qué se supone debo hacer? No tengo una respuesta contundente por el momento. Es muy pronto siquiera para digerir la nueva realidad: lo que implica en cada área de mi existencia no tener a la estaca de mi vida. No tengo con quién correr cuando tengo que tomar una decisión. Ya no puedo preguntarle qué hacer con respecto a alguno de los hijos. No tengo quién me salve de un calambre en el brazo en la madrugada o quien me rescate de mis ataques de ansiedad y me recuerde respirar. Me faltan sus abrazos y que me quite el cabello de la cara para darme un beso.
Así como la tristeza puede tener diferentes intensidades, la soledad tiene diferentes matices. Esta soledad está llena de recuerdos, de tristeza, de nostalgia, es una soledad que pide ser expresada con llanto y vivirse en compañía de los que te aman. ¿Es extraña verdad?
Esta rara soledad no tiene expectativas; te hace voltear a la intimidad y te hace vulnerable; me tiene despierta escuchando los ruidos de la noche y mis pensamientos; no desaparece cuando me piden que sea fuerte y no responde cuando le exijo que se vaya. Sólo puedo hacerme cargo de ella y nada puede aliviarla. Me obliga a ir a mis rodillas para llorar en los brazos del Padre Eterno y encuentro como medicina poder expresar a los amigos que entienden lo que siento para descansar escuchada y comprendida.
Me aferro a mi fe, me abrazo a lo que creo y hago como David cuando suplicó por intervención divina. Los amigos me podrían fallar, los enemigos podrían querer destruirme, pero Él no se va. Siempre está conmigo y, como me enseñaba mi valiente sobrina Arely ––que está pasando por el duelo de haber perdido a su padre––, cuando los amigos de Daniel fueron arrojados al horno de fuego Dios pudo librarlos o sacarlos del horno, y no lo hizo. Lo que hizo fue entrar con ellos al horno (Daniel 3).
Me descubro en el intento de refugiarme en el relato de “estar muy ocupada” porque quizás será un atajo para que la soledad desaparezca, pero ¿quién tiene tanta energía como para ocuparse todo el día y pueda bloquear sus emociones sin que estallen en su cuerpo en algún momento?
Lo que estoy aprendiendo es que nada de lo que haga va a hacer que esto desaparezca. No hay una solución “mágica” porque la muerte lo cambia todo. Entonces necesito algo que no tengo o por lo menos no en la cantidad que necesito: Paciencia.
Tienen razón los que dicen que toma tiempo. Una amiga dice que me tomará un año sentirme yo otra vez. Yo la miro incrédula. ¿Cuántos meses más, me estás pidiendo? Tiene razón aunque no quiero esa respuesta.
Así que, si quieres ayudar a alguien que atraviesa por esta emoción tan extraña en medio de su duelo, recuérdale que necesita tiempo. Dile que no se juzgue así misma porque no está bien. No dejes que se convierta en su peor enemiga. A veces gritarte a ti misma ––¡basta de llorar!––, no es saludable. La verdad me siento excelente después de llorar varias horas. Hay que enfrentar las emociones.
Razona con tu amigo en duelo y explícale que no importa cuánto se esfuerce por ocultar sus emociones. Sentirse así es natural. Dile que no lo evada porque todo su cuerpo está sufriendo. La pérdida fue enorme y no es para menos, así que deja que se enoje, que llore, que ría y anímala a canalizar sus emociones creativamente.
El arte es maravilloso. En eso tengo una ventaja sobre algunos y estoy decidida a aprovecharla. Tengo la música, la pintura, la escritura y puedo cantar a todo pulmón, a otros les funciona hacer deporte (confieso que estoy evadiendo la cuerda que me acaban de regalar para saltar y las ligas, pero estoy dispuesta a intentarlo 3 minutos al día). Si no te sientes artista no importa; una pluma, un lápiz y un papel son todo lo que necesitas para como un niño dibujar la historia del día, escribir un poema o una página de tu diario.
Hoy lo que voy a hacer es mantener los ojos fijos en Dios, quien es mi fuente inagotable de creatividad, energía e inspiración, y voy a practicar la paciencia, porque más me vale ser paciente que valiente. Voy a guardar silencio delante de Dios y a esperar. No he aprendido a estar quieta.
¿Tienes vida? Levántate y aprovéchala hoy, nuestro grave problema es que pensamos que tenemos otro día. Y, ¿si no lo tienes? Sé agradecido con el cuerpo que tienes y trátalo bien, aliméntalo bien, deja de hacer las cosas que lo dañan, procúrale ejercicio, agua, sol y nútrelo porque no tienes otro lugar dónde vivir si destruyes este. Ve y ama a los tuyos. Una cosa es sentirse solo por la pérdida del amado, y otra, encontrarte solo porque a nadie amaste o nadie quiere estar contigo por tu carácter tan fluctuante.
Si te sientes solo ponle palabras a la emoción. No proteges a nadie arrinconando el dolor. Compártelo y mira cómo se atiende solo.
Romanos 12:12 “Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración.”
Catalina Gomez Fonseca fue esposa del pastor Hiram Ramírez, quien el 2 de enero de 2019 descansa esperando el día glorioso de la resurrección. Tuvieron 3 hijos que educaron en casa. Viven en Puebla, México. Desde hace 21 años ha servido en la Iglesia Bíblica El Camino. Es diseñadora gráfica de profesión, lingüista por hobby, maestra por vocación, apasionada estudiante de la Escritura y los idiomas bíblicos, canta desde los 9 años y está convencida de que la Biblia contiene respuesta a todas las preguntas de la vida. Es coautora del Blog Hijos de Abraham, un espacio de provocativa reflexión bíblica.