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La triste realidad nos acosa. ¿Qué podemos hacer como seguidores de Jesús?
Corrupción, descontento social, pobreza, injusticia, indolencia por parte de las autoridades, egoísmo… todo parece indicar que debemos correr en cualquier dirección y gritar “¡sálvese quien pueda!”
Ante los Ayotzipana, los Tlatlaya, las ‘casas blancas’, los 50 millones en pobreza que sobreviven cada día y ante tantas injusticias y hasta “pequeñas” injusticias diarias que vemos a alguien padecer o padecemos nosotros mismos, generalmente nos sentimos impotentes y, a lo más, llegamos a una ahogada publicación en Facebook o Twitter repudiando los hechos, para después de opinar detrás de una pantalla sobre estas cosas, irnos al cine, a ver algo en YouTube o Netflix, jugar con nuestras tabletas o hacer algo similar.
Son dos realidades. México doliente y México indolente. Los que sufren y los que vemos sufrir, pero no sufrimos con ellos.
Cada vez veo más seguidores de Jesucristo que se preguntan qué hacer ante esta ambigua y contradictoria realidad. Muchos quieren salir a las calles, otros quieren dar a conocer a la opinión pública que la iglesia considera que lo que ve está mal (como si no lo supieran ya) y otros quieren reunirse para orar.
Lo que la Biblia dice que podemos hacer los cristianos es mucho. En lo personal, creo que el país está como está porque los de la fe nos hemos limitado a “creer” y hemos limitado nuestro hacer.
Ni siquiera entre creyentes vemos por las necesidades de otros, menos nos ocuparemos por las del que sufre. La iglesia en México no se distingue por sufrir con ellos. Estamos muy aferrados aún a nuestros cómodos templos, a nuestra vida de feligresía. Pero empecemos por la casa. Dejando de tolerar la corrupción en nuestras comunidades, viviendo en justicia, compartiendo con el que tiene necesidad, gozándose con el que está gozoso, llorando con el que llora, sirviendo al prójimo sin esperar nada de él, ayudando con misericordia como la que Dios tuvo con nosotros cuando estábamos extraviados, amando sin esperar que el otro nos ame, bendiciendo al que procura nuestro mal, unánimes entre nosotros (Romanos 12).
¿Qué lograría la iglesia en México viviendo de esta manera, como Cristo? Todo.
No hace falta ir y recitar el evangelio para que la gente “crea”, como nosotros, con religiosidad. Hace falta vivir el evangelio, porque la fe es práctica, no teórica (Santiago 2:14-19).
Iglesia, ¿quieres dar esperanza al afligido?, ¿quieres dar reposo al que sufre? Empieza por ti y luego sal a la calle, no te quedes encerrada en tus templos. Debes vivir en justicia y dejar tu religiosidad atrás (1 Pedro 1:22-25). Desecha tus obras malas, para que el mundo vea a Jesucristo en ti. Es momento de vivir con decisión, no de burlarse, no de desobedecer a la autoridad, que es puesta por Dios (1 Pedro 2:13-17) .
Es momento de dejar de ser indolente. Es momento de sufrir también con el que sufre, pero no en vano, sino por la esperanza que nos impulsa a dar todo por el desposeído, por el desesperanzado, sabiendo que así recibiremos la herencia incorruptible. Oremos también por los gobernantes y por todos, pero si no vivimos congruentemente con lo que creemos, no seremos escuchados. ¡Despertemos, seguidores de Jesús!
“Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias a Dios por toda la humanidad. Se debe orar por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agrada a Dios nuestro Salvador, pues él quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad”, 1 Timoteo 2:1-4 (DHH)