Soltero, ¡prepárate para encontrar pareja! (Parte 2)
Pregúntate: ¿Vale la pena estar conmigo? (más…)
¿Cómo ha sido probada tu fe en Dios a lo largo de tu vida? Medita.
Hace algunos años estaba escribiendo un diario que llamé: “Mi jornada espiritual”, decidí escribirlo porque el año anterior había sido muy difícil, así que dedicaba algún momento del día para escribir mis EINIS (Estímulos Internos No Identificados), porque es muy fácil pasar desapercibidos esos momentos en los que literalmente puedes palpar lo que Dios está haciendo en tu vida, pero estás tan enfocado en tu problema que no pones atención.
Este nuevo diario sobre mi duelo que comencé a escribir en las últimas semanas me recordó que no es la primera vez que soy probada y no es la primera vez que me doy cuenta que Dios está en medio de todo a pesar de todo.
Cuatro veces estuve en la plancha de cirugía, me quitaron la vesícula, luego un tumor de 9 centímetros del cuello, mi tercer hijo nació por cesárea y finalmente mi matriz se llenó de miomas y tuvieron que quitármela antes de morir de anemia por las terribles hemorragias que estaba sufriendo. Por un periodo muy intenso me la pasé visitando médicos y hospitales, y aprendí a descansar en Dios. No me gustaba estar en el hospital. La verdad odio los hospitales y el dolor, pero una y otra vez aprendí a descansar en Dios y buscar su paz.
El 16 de octubre del 2008 escribí después de la histerectomía en mi diario: “Señor, te vi saliendo del cuarto del hospital. Tengo mucho dolor todavía, pero estoy agradecida que sigo aquí, que puedo tomarme del brazo de mi esposo y que puedo ver el rostro de mis hijos. Con esta cicatriz, me recuerdas que aún tengo tiempo y que no puedo perderlo. Ya sé que siempre ando en mis fuerzas. Gracias por recordarme que tú llevas mis cargas y estás en control de todo. Gracias Padre por traerme a casa”.
Dos años después, al terminar una campaña médica en la Sierra de Puebla, uno de los médicos americanos con los que estábamos sirviendo entró corriendo a la sala donde yo estaba ayudando para avisarme que Hiram estaba inconsciente por un golpe en la cabeza, tirado en la carretera sin responder. Nunca había corrido con tanto temor y, mientras subía la colina para llegar a la carretera donde lo habían encontrado, sólo rogaba: “Señor, por favor ten misericordia, no estoy lista para quedarme sola, por favor Señor, los niños están muy chiquitos”. Llegué donde estaba, tomé su mano y le pedí que me hablara. Entonces, sólo pudo decir: “mi brazo”. Lo primero que pensé fue: “su corazón”. Gracias a Dios estaba entre una multitud de médicos y enfermeras que le dieron los primeros auxilios y corrimos al hospital más cercano. Cuando llegamos ya estaba más consciente, pero no sabía lo que estaba pasando. Ya en la cama del hospital ayudándolo a ponerse la bata comenzó a convulsionarse, entonces me di cuenta que era otra cosa; no era su corazón, era su cerebro.
A partir de ese instante comenzamos una travesía de 24 horas en 4 ambulancias, 4 hospitales y un diagnóstico incierto de meningitis. Diez días estuvo mi amor recuperándose de una infección en el cerebro en el hospital, estuvo al borde de la muerte o de quedar lisiado, pero salió para emprender un camino largo de seis meses para sentirse otra vez él mismo y sobrevivimos a esa tormenta una vez más, como siempre salimos más conscientes de la realidad: la vida es corta y no vale la pena desperdiciarla.
Dios me regaló 8 años más a mi esposo, tuvo compasión de mí y esperó a que todos mis hijos fueran mayores de edad, a que estuvieran listos para volar, para tomar decisiones y para que la prueba los encontrara maduros.
La última asignatura fue la más larga: duró casi tres años. En el 2016, Hiram fue diagnosticado con leucemia ––y esa es otra historia que luego les contaré–– pero mira estoy leyendo mi diario viejo, hablándole a Dios así: “Padre gracias por restaurar mi alma. No pensé que tenías curitas del tamaño de mi alma. Hoy sentí tu abrazo en una llamada telefónica de mi hermoso esposo. Me dijo que me extrañaba. Me llamó desde el campamento de adolescentes y me encantó escuchar su voz. Estoy descubriendo que muchas veces me has hablado, me has visitado y tocado mi alma. He vivido tantos EINIS que no siempre me doy cuenta. De muchas maneras me has probado y estoy aprendiendo a descansar en ti en medio de la enfermedad, en medio de las luchas matrimoniales, en medio del trabajo pesado”.
Cuando miras una máquina de electrocardiogramas puedes ver las crestas y los valles que produce tu ritmo cardiaco. Lo cierto es que la vida es así. Siempre le decía a Hiram que me había subido a la montaña Rusa con él y nunca me había bajado. Hoy me quedé sola en el carrito y reconozco que la vida sigue con sus altibajos. La única constante es el cambio y la prueba. Finalmente el dolor es otra parte de la vida que nos permite percibir mejor lo dulce y lo placentero. La línea recta sólo dice que estamos muertos y mientras esté viva no cambio nada, no sólo porque no puedo, sino porque me ha convertido y nos ha convertido como familia en lo que somos. La vida ha cambiado, pero Dios sigue siendo el mismo. Él tiene “curitas” del tamaño de mi alma y usa amigos, familia, canciones, poemas, diarios viejos, oraciones y su Palabra para curarme el corazón partido…
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría.” 1 Pedro 4:12-13
Catalina Gomez Fonseca fue esposa del pastor Hiram Ramírez, quien el 2 de enero de 2019 descansa esperando el día glorioso de la resurrección. Tuvieron 3 hijos que educaron en casa. Viven en Puebla, México. Desde hace 21 años ha servido en la Iglesia Bíblica El Camino. Es diseñadora gráfica de profesión, lingüista por hobby, maestra por vocación, apasionada estudiante de la Escritura y los idiomas bíblicos, canta desde los 9 años y está convencida de que la Biblia contiene respuesta a todas las preguntas de la vida. Es coautora del Blog Hijos de Abraham, un espacio de provocativa reflexión bíblica.