La iglesia que fue reconocida por el presidente de EU
Esta historia nos hará preguntarnos: ¿cuáles son nuestros frutos? (más…)
Muchas iglesias se resisten a ver que esto ocurre en su interior. ¿En la tuya pasa?
Cuando un cristiano escucha la frase “abuso religioso” tiende a pensar en aquellos sacerdotes católicos que violan a niños, en los líderes de sectas que explotan a sus seguidores para hacerse ricos y en aquellas iglesias legalistas en las que se ejerce una manipulación y chantaje tal que los mantienen sometidos mediante la culpa, por la cual sus miembros están dispuestos a entregar grandes cantidades de dinero, casas, terrenos y hasta a sus hijos.
Si no reconoces a la persona que aparece en la foto principal de este artículo, él es Naasón Joaquín García y líder e hijo del fundador de la secta La Luz del Mundo, la cual surgió en Guadalajara, México, en el siglo XX. Fue procesado y sentenciado en 2022 por abuso sexual de menores, aunque más de una docena de mujeres lo acusaron también pero no se les hizo justicia (mira el video). Él es la imagen típica que nos viene a la mente cuando pensamos en abuso religioso, pero examinemos el asunto.
Desde mi punto de vista, lo que entendemos por esta práctica depredadora es la manipulación de parte de líderes que pretenden explotar y abusar de un grupo de personas bienintencionadas que fueron vilmente engañadas. No descarto que algunas, en un primer momento, lo hayan sido cuando explotaron su angustia, necesidad e incluso su fe. Algunas víctimas se han convertido en abusadores. Es el ciclo del abuso el que unos y otros replican. Me recuerda a Jesús que describía a los prosélitos de los fariseos como dos veces más hijos del infierno que sus maestros del mal.
Eso, por un lado. Por otro, están los “cristianos respetables”, los de las denominaciones “confiables”, los que apuntan con el dedo a los blasfemos y se curan en salud. Porque es más fácil señalar al endemoniado que tomarse el trabajo de examinarse. Es de no creerse la cantidad de abuso religioso, que no espiritual, en la iglesia evangélica.
Una aclaración: si hablamos de algo espiritual no cabría el abuso y, si hay abuso, no puede ser espiritual. El abuso del que hablo, que es religioso por darse en este contexto, es muy sutil y extendido entre muchas de nuestras iglesias que consideramos “sanas”. Pasa desapercibido porque se cree que solo pasa en las sectas y en la Iglesia Católica.
Estos son algunos indicadores comunes de la presencia de abuso religioso (y está ocurriendo en nuestras iglesias evangélicas):
– se condena a quien fue descubierto practicando algún pecado en vez de restaurarle,
– se humilla, acosa y congela a quien no piensa igual que los líderes,
– el liderazgo ejerce la disciplina selectivamente (a los amigos no se les toca pero se disciplina con rigor y fuerza a los que no son amigos), incluso cuando se trata de situaciones que no fueron pecaminosas, por ejemplo, cuestiones personales,
– se disciplina a aquellos cuyos pecados llegaron a salir a la luz, excepto cuando se forma parte del círculo familiar y de amistades del liderazgo,
– se obliga a unos a admitir públicamente sus pecados, excepto cuando no conviene a los intereses del liderazgo,
– se confunde lealtad y fidelidad a Dios con lealtad y fidelidad al liderazgo (muchas veces se insta a cumplir las expectativas del liderazgo aunque eso implique desobedecer a Dios),
– se manipula y presiona a la gente a través de los cargos y su permanencia en ellos,
– se trata a los ministros como empleados y, en vez de una relación pastoral, existe una relación gerencial (hay juntas para supervisar resultados, pero nunca existe interés en la persona),
– se le exige todo a las personas pero cuando estas tienen alguna necesidad se les ignora,
– el disenso es censurado pero hay complicidad entre líderes cuando entre ellos tienen desacuerdos (el que piensa diferente es silenciado pero se prefiere cuidar la autoridad y la amistad entre el liderazgo que afrontar herejías y enseñanzas perniciosas que dañan a los miembros de la iglesia),
– se predica una enseñanza torcida cuando así conviene al liderazgo (no de prosperidad, sino para justificar comportamientos del pasado o del presente),
– se exige “compromiso de la iglesia” con Dios pero en realidad es se busca compromiso con el liderazgo y sus proyectos, más cuando no se ha invertido trabajo, amor y compañerismo en sus miembros…
La única salida a esta terrible situación es sacarla a la luz. La falsa salida de las iglesias y, de hecho, de compañerismos cristianos y grupos denominacionales completos es ocultar y encubrir lo que están haciendo mal. Cuando hablamos de nuestros pecados como iglesias nos abrimos a la posibilidad de arrepentirnos, de cambiar, de ser perdonados, de ser restaurados, de ser sanados.
Apocalipsis 2 y 3 habla de las cartas que el Señor Jesús envió a 7 iglesias de Asia. En ellas él mismo reconoció las fortalezas de cada una de ellas, pero también su pecado; aquello que estaban haciendo mal. Él conoce a sus iglesias. Conoce sus obras y no pretende encubrir porque está interesado en corregir para purificar.
Ello implica restaurar tanto al que fue humillado, que muchas veces no podemos hacer ni eso, como saber restaurar al que lo humilló entendiendo que ha tropezado, ha caído. Ser iglesias es ver nuestra vergüenza pero también que el Señor la cubra y, con ello, me refiero a que nos da la capacidad de restaurar al que provocó esa vergüenza. Denunciar el abuso, restaurar a quien lo sufrió y a la parte abusadora es parte de la responsabilidad de las iglesias locales. Claro, a veces se rechaza a Jesús por lo que alguien hizo y también por ello habremos de dar cuentas. Finalmente, el buen árbol da buenos frutos y el mal árbol da malos frutos.