Dios es fiel… ¿solo cuando nos va bien o también cuando no?
Cuando todo salen bien decimos "Dios es fiel", pero es un error. (más…)
Hay esperanza para perseverar en esta vida difícil.
Lo admito: el Salmo 90 es uno de mis favoritos. No me gusta decir que tengo pasajes favoritos de la Biblia porque la Escritura es suficientemente vasta y rica para seleccionar muchos pasajes y aun así dejar de lado muchos otros igual de importantes e impactantes. Pero el Salmo 90 es muy especial para mí por sus enseñanzas y por eso quiero compartir cuatro reflexiones sobre las mismas. Estas reflexiones son muy importantes y relevantes para la vida espiritual.
Simplemente es la verdad de las cosas: la vida es ardua y está llena de dificultades (Job 5:7). Con esto no queremos afirmar que esta es la única dimensión de la vida y que por tanto todo es tristeza y dolor, pues existen muchas cosas buenas y hermosas que nos rodean a las que hay que poner atención y que nos dan solaz durante nuestro peregrinar. Sin embargo, desde que nacemos y conforme vamos creciendo nos vamos percatando que en cada paso hay algún dolor, alguna crisis, alguna pérdida e incluso tragedias de las que nadie está exento. Incluso para obtener lo bueno existen costos que a veces son muy penosos y nos persuaden a no tomar decisiones virtuosas o moralmente correctas, sino sólo lo que funciona.
Aceptar esta realidad no tiene el propósito de hacernos fatalistas, sino menos ilusos y más sensatos: no nos deberíamos sorprender tanto ni amedrentar innecesariamente ante las adversidades cotidianas que nos llegan, porque sin duda algo penoso puede o va a llegar eventualmente. Para alguien que vive lleno de ilusión, pero sin realismo, será más fácil decepcionarse y desalentarse ante los vientos adversos. Por otro lado, alguien que tiene mucho empuje en la vida, pero no está consciente de las contingencias o no quiere aceptar que habrá dificultades recurrentes puede frustrarse, encolerizarse y amargarse.
Sin embargo, alguien que sabe que el caminar de la vida tiene tanto rosas como espinas puede estar en mejores condiciones de aceptar el pasado, enfrentarse al presente y prepararse ante eventualidades futuras con anticipación. Aun el Apóstol Pedro les dijo a los creyentes que no se sorprendieran “del fuego de pruebas” por las que atravesaban como cristianos, como si se tratara de algo extraño o fuera de lugar (1 Pedro 4:12). Aunque él se refería a las pruebas de fe por las que atravesaban nuestros hermanos en esa época, en cierto sentido toda dificultad es una prueba de fe para el creyente y por eso no nos deberíamos sorprender demasiado o vivir en constante temor, decepción o frustración ante las adversidades.
Moisés, el autor del Salmo 90, escribe de manera solemne la razón de que la vida sea ardua y nos comparte la explicación divina. Él se remonta a la narrativa de Génesis 3, cuando Adán y Eva desobedecieron y como consecuencia de eso no sólo ellos sino la tierra completa y la vida cayeron bajo maldición; la vida cayó de su estado original de perfección.
“Haces que la gente vuelva al polvo con solo decir:
Salmo 90:3-12
«¡Vuelvan al polvo, ustedes, mortales!».
Para ti, mil años son como un día pasajero,
tan breves como unas horas de la noche.
Arrasas a las personas como si fueran sueños que desaparecen.
Son como la hierba que brota en la mañana.
¡Setenta son los años que se nos conceden!
Algunos incluso llegan a ochenta.
Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de problemas;
pronto desaparecen, y volamos.
¿Quién puede comprender el poder de tu enojo?
Tu ira es tan imponente como el temor que mereces.
Enséñanos a entender la brevedad de la vida,
para que crezcamos en sabiduría.”
En la primera parte del Génesis podemos observar el ciclo de la vida: Nacer, crecer, reproducirse y morir (Génesis 5). Después de la caída, la vida ya no crecía hasta la plenitud máxima comiendo del árbol de la vida, sino que ahora la vida termina en la muerte. Incluso, cuando Noé nació y la gente vivía muchos años, se dieron cuenta de lo arduo que era pasar por décadas arando la tierra y segando, trabajando, simplemente viviendo, por eso el padre de Noé dijo de él: “Que él nos traiga alivio de nuestro trabajo y de la penosa labor de cultivar esta tierra que el SEÑOR ha maldecido” (Génesis 5:29, NTV).
La realidad de que la vida no es todo lo que podría o debería ser es confirmada por el Apóstol Pablo, quien explicó que toda la creación fue sujeta a corrupción en la caída y está en espera por su liberación final (Romanos 8:20-23). Por eso, todo creyente debe estar consciente de que la vida tiene enfermedades, cansancio, decepciones, traiciones, fracasos y muerte. Jerry Sittser1 escribió que la tragedia nos llegará a todos, aunque para algunos antes y para otros, después. Por lo anterior, una versión triunfalista del cristianismo -por ejemplo, “el evangelio de la prosperidad”- es simplemente ilusa y falsa.
En el Salmo 90, Moisés desarrolló de manera poética, pero con detalle y énfasis, la realidad de que la vida está llena de dificultades, penas y cansancio, debido a la ira de Dios contra los pecadores e, incluso cuando Él nos salva, estas dificultades no desaparecen, aunque estamos en espera de que lo hagan de manera definitiva en “la era venidera”. En el punto intermedio, mientras estamos en espera, nuestro Señor lo dijo claramente: “En el mundo tendrán pruebas y sufrimientos, pero confíen, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Por eso, si hay alguna virtud o actitud que queramos desarrollar y mantener en la vida, necesitamos desarrollarla en sensatez y temple, en la conciencia de que muchas adversidades querrán arrebatar y ahogar las virtudes, pero hay que enfrentarlas con la determinación de perseverar en el bien.
Es bien conocida la oración de Agustín: “Señor, Tú nos hiciste para Ti y nuestro corazón no encuentra descanso hasta que lo encuentra en Ti”. Efectivamente, aunado a los problemas e insatisfacciones con las que vivimos, nuestro corazón anhela una satisfacción constante e indestructible, un propósito o razón para mantener vitalidad y fuerza, de lo contrario, languidecemos. Solemos ponernos alguna motivación como la familia, los hijos, el cónyuge, el trabajo, los logros, los viajes, etc. La realidad es que todo nos puede fallar cuando más queremos refugiarnos en ello. Eso no quiere decir que reneguemos de lo que tenemos, pues son dádivas de Dios, pero no podemos poner nuestra confianza última en aquello que es temporal y cambia.
El único que es eterno, bueno y eternamente bueno es Dios. Moisés también exclama con asombro en este Salmo sobre la eternidad del Ser de Dios, pues él había escrito por inspiración divina que “en el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Es cierto. Es suficientemente asombroso reflexionar sobre la existencia de un Ser trascendente, inmenso e inmutable, cuya esencia excede nuestra capacidad intelectual y nuestras intuiciones místicas; cuyo poder y entendimiento inconmensurables son la única explicación racional para la existencia del vasto universo con todas sus leyes, galaxias, hoyos negros, planetas, órbitas y demás misterios; cuyo sentido del orden y la belleza le impregnó patrones matemáticos2 a las formas de las flores, los copos de nieve, los rayos, los huracanes, las galaxias, las frecuencias acústicas3, al espectro electromagnético visible (los colores); cuya bondad intrínseca es el fundamento de nuestras mayores aspiraciones y anhelos, nuestro sentido del bien, la justicia, la nobleza, el romance y todo aquello que hermosea la vida.
Es asombroso pensar en la inmutabilidad del Ser divino, pero Moisés hace algo más: se dirige a Él y le dice “desde el siglo y hasta el siglo, ¡Tú eres Dios!” En este texto Moisés descubrió la inefable alegría de hablarle directamente a Dios y decirle “Tú y sólo Tú”. No sólo se trata de saber que existe tal Ser, sino del privilegio de poder relacionarse con ese Ser. Tomemos en cuenta que Moisés guió al pueblo de Israel durante 40 años y durante esos años no sólo recibió instrucciones de Dios para el pueblo, sino que mantuvo una comunión con Dios, así que Él había descubierto que la mayor plenitud de la vida es conocer a Dios y estar en comunión con Él. Las aflicciones de la vida seguirán, pero conocer a Dios y caminar con Él en fe pueden compensar con creces todo ello y traernos descanso. Dios es eterno, maravilloso y bueno, así que caminar con Él en fe es la manera de llenar nuestro corazón aunque la vida sea dura.
Aquí esta una lección que se reitera a través de toda la Escritura: a pesar de que nosotros somos pecadores e indignos de Dios, a pesar de que Él es Santo y Trascendente, a pesar de que la vida está llena de angustias, Dios trata con compasión a aquellos que confían en Él y está con ellos en sus dificultades. Como han expresado otros: “Dios endulza con su gracia los sufrimientos de la vida”. A través de las Escrituras podemos ver las intervenciones de Dios en la historia a favor de su pueblo, su constante fidelidad, paciencia y compasión. Vemos de maneras concretas que la inmutabilidad de Dios se predica no sólo de las propiedades de la naturaleza de su Ser, sino de Su carácter.
Las generaciones van y vienen, pero Dios mantiene su pacto a través de las edades y rescató a los que confiaban en Él, así que Moisés exclama y con ello nos instruye: Tú has sido el refugio de los tuyos de generación en generación, así que sé Tú nuestro refugio en el presente, sé Tú mi refugio hoy y siempre. Podemos reflexionar en los diferentes episodios bíblicos, pero también podemos leer biografías de creyentes como Elizabeth Elliot, Corrie Ten Boom, Hudson Taylor e innumerables otros, para ser instruidos sobre cómo Dios fue su refugio y Dios puede ser el nuestro si nuestra fe está en Él por medio de Cristo.
El saber que Dios es un refugio y torre fuerte conlleva un llamado para que los creyentes elevemos nuestro corazón, pensamientos y afectos a las cosas espirituales y celestiales. Puede ser que estemos pasando por alguna dificultad o tragedia, pero no es siempre necesario pasar por dificultades para desarraigar nuestro corazón de las cosas de este mundo (el pecado y la vanidad de la vida 1 Juan 2:15-17) para poner nuestra mente, visión y afectos en las cosas celestiales con Cristo (Colosenses 3:1-4), pues podemos hacerlo ahora.
El Salmo termina con un clamor y una esperanza, los cuales nos instruyen hoy. Moisés no niega la realidad de nuestra pecaminosidad, la indignación divina ni lo arduo de la vida, sino que clama “¡Vuélvete a nosotros, Dios!” (versículo 13): Señor, no te aíres contra nosotros, a pesar de nuestro pecado, pues Tú eres compasivo, entonces, derrama de manera abundante tu compasión sobre nosotros y cada mañana, cada día, cada momento sacia nuestro corazón con tu amor. Entonces y sólo entonces, viviremos vidas llenas de alegría, vidas que cantan y alaban Tu nombre hasta que regresemos al polvo del que fuimos tomados y entremos en la ciudad celestial, esperando por la resurrección. Si una versión triunfalista del cristianismo es falsa e ilusa, una versión fatalista del cristianismo no es cristianismo, porque en Cristo hay esperanza para hoy y para el futuro (Romanos 15:4).
Cristo nos prometió estar con nosotros siempre (Mateo 28:20) y, por la presencia de su Espíritu, esa es una realidad en los creyentes, una realidad de la que podemos sacar provecho con fe y clamor humilde. A veces tendemos a espiritualizar demasiado las cosas y como creyentes no encontramos alegría en las cosas simples de la vida cotidiana, quizá porque pensamos que “no son espirituales” o que es pecaminoso o egoísta disfrutar de la risa, la compañía, el amor, la familia, la amistad, la comida, los colores, el sueño, la naturaleza, la música o muchas otras cosas que hay a nuestro alrededor.
Si bien es cierto que al quitar nuestros ojos de Dios y de Cristo podemos hacer cualquiera de estas cosas u otra nuestros ídolos, también es cierto que podemos no estar adorando y agradeciendo a Dios por su bondad al negarnos a disfrutar y agradecer una serie de cosas que Él nos regala día con día simplemente porque quiere hacerlo. Esta es una lección muy importante para la vida, porque con los años el pesar puede nublar nuestra visión y generar un círculo vicioso de ingratitud y hartazgo. Por eso, mantener nuestra visión en Dios se debería traducir en recuperar constantemente el disfrute por la vida. El encontrar gozo en la vida diaria, mantener una actitud alegre, optimista, con buenas expectativas, propósito y esperanza son cualidades que muchos buscamos como algo perdido, pero es precisamente a eso a lo que Dios nos llama si caminamos con él:
“No paguen mal por mal. No respondan con insultos cuando la gente los insulte. Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios, y él les concederá su bendición. 10
Pues las Escrituras dicen:
<<Si quieres disfrutar de la vida
1 Pedro 3:9-12
y ver muchos días felices,
refrena tu lengua de hablar el mal
y tus labios de decir mentiras.
Apártate del mal y haz el bien.
Busca la paz y esfuérzate por mantenerla.
Los ojos del Señor están sobre los que hacen lo bueno,
y sus oídos están abiertos a sus oraciones.
Pero el Señor aparta su rostro
de los que hacen lo malo>>”
La vida es suficientemente ardua como para pensar que buscar la alegría y el contentamiento no es algo espiritual. Dios nos llama a caminar con Él y a caminar alegres y esperanzados, a pesar de que la vida sea ardua.
Conclusión.
El hecho de que Moisés haya escrito estas enseñanzas me hace pensar que aquí residen principios espirituales poderosos y eficientes para la perseverancia, pues él mismo perseveró por 80 años, cuarenta en el desierto con su familia y cuarenta guiando al pueblo de Israel. Si pudiéramos hablar con Moisés y preguntarle cuál fue su secreto, cómo se pudo mantener fiel a pesar de las dificultades y las presiones de su vida y ministerio, seguramente él incluiría en su consejo lo que escribió en el Salmo 90: 1) Dios es nuestro refugio, no es un refugio meramente subjetivo o sentimental, pues Él ha sido el refugio fiel, eficiente y disponible de aquellos que confían en Él, proveyendo ayuda real en la vida por generaciones, así que podemos clamar a Él en cualquier situación y etapa de nuestra vida. 2) Dios es eterno e inmutable y es el único que puede saciar nuestra alma anhelante con su gloria revelada a nosotros en Cristo mediante Su Palabra y Su Espíritu. 3) Ante todos los misterios y penas de la vida, podemos encontrar descanso en la grandeza, el poder, la sabiduría, la bondad y la soberanía de Dios y para esto es necesario caminar con Él en fe y conocerlo. 4) A pesar de que la vida es dura y está llena de dificultades, en Dios podemos encontrar plenitud interna para seguir adelante e incluso valorar, apreciar y disfrutar las cosas buenas de la vida para degustar la bondad de Dios a través de todo ello.
Es importante saber que si no cuidamos nuestro corazón ante las dificultades de la vida podemos terminar cultivando amargura, descontento, dureza, quejas, resentimientos y todo ello puede terminar echando raíz en nuestros corazones. Esto no es cosa menor, porque como dijo nuestro Señor, es en el corazón donde se gesta el pecado, donde “nadie” mira. El psicólogo Jordan Peterson ha mencionado que, al trabajar con delincuentes como asesinos y violadores, ha observado que en todos ellos existe un resentimiento no resuelto4. Ellos parecen personas normales, no se ven como monstruos, pero anidaron en su corazón oscuridad y queja contra Dios sobre por qué la vida es tan difícil y no tienen lo que quieren, entonces “escogieron el camino de Caín”. El punto es que pocas veces alguien se levanta y espontaneamente decide cometer un crimen, pues se trata de pequeñas mentiras que nos vamos diciendo y nos mantienen avanzando poco a poco hasta que llegamos muy lejos si no lo detenemos. Esto es algo que Josh MacDowell también enfatizó5. En realidad, así es, pues durante nuestro peregrinar en la vida seremos tentados a dejarnos dominar por nuestro pecado en lugar de dominarlo a él y los pesares de la vida nos pueden orillar a eso. Mi deseo es que al estar conscientes de esto procuremos cultivar una comunión con Dios y las virtudes que Su Espíritu fermenta en nosotros, para seguir en el camino correcto.
Al final del Salmo Moisés termina rogando a Dios por alegría, misericordia, amor, retribución por el mal sufrido y por Su bendición. Como se trata de un poema, es fácil pensar en estos párrafos finales como el eco un cántico que sigue resonando al final o, de otra manera, como un anhelo y oración que permanecen con nosotros cada día. En cierto sentido, este es un clamor para cada día y la invitación a los lectores es no olvidar esto sino recordarlo en su caminar:
¡Oh Señor, vuelve a nosotros!
Salmo 90:13-17
¿Hasta cuándo tardarás?
¡Compadécete de tus siervos!
Sácianos cada mañana con tu amor inagotable,
para que cantemos de alegría hasta el final de nuestra vida.
¡Danos alegría en proporción a nuestro sufrimiento anterior!
Compensa los años malos con bien.
Permite que tus siervos te veamos obrar otra vez,
que nuestros hijos vean tu gloria.
Y que el Señor nuestro Dios nos dé su aprobación
y haga que nuestros esfuerzos prosperen.
Sí, ¡haz que nuestros esfuerzos prosperen!
Joshua Belmontes estudió Economía y Microfinanzas en la Universidad Nacional Autónoma de México, ha sido profesor de Español como Segunda Lengua para el ministerio Avance Juvenil, ha recibido cursos de Teología por parte de ministerios Ligonier y enseña en la Escuela Dominical de su iglesia local.
he paso mucho en estos dias he caido con mi novia en carias y beso y he estado enfermó quiero ser restaurado me arrepiento de todo esto queiro ser restaurado ppr mi Dios que me recomiendas