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El miedo es una experiencia común. ¿Qué tiene la Biblia que decirnos sobre ésto?
Dios nos creó con ciertos mecanismos naturales que nos ayudan a sobrevivir, indicándonos de manera automática si debemos hacer o dejar de hacer algo, avanzar o retroceder. Son como los indicadores en el tablero de un automóvil que nos dicen si hace falta aceite o la transmisión está dañada.
Estos indicadores pueden ser regularmente intensos y variables, porque están relacionados con la supervivencia física. Por ejemplo el hambre, el sueño y el cansancio nos indican e impulsan a comer o a dejar a un lado la actividad. Nuestras emociones también tienen un papel importante en nuestras decisiones, así que normalmente procuraremos acercarnos a circunstancias o personas que evocan emociones agradables y nos alejaremos de personas y circunstancias que evocan emociones desagradables.
El miedo cumple una función natural en ayudarnos a evitar peligros potenciales, así que generalmente no nos subimos a la esquina más alta de un edificio de veinte pisos porque sentimos que es peligroso, incluso antes de evaluarlo racionalmente.
A mí me encanta el mar, pero no puedo evitar sentir esa sensación de peligro si camino hacia él y estoy cada vez más lejos de la playa. Por otro lado, cuando mi entorno es muy predecible, no siento nada de eso.
Gran parte de nuestra persona actúa de manera mecánica y automática, además tiene una cierta flexibilidad para ser condicionada y ajustada. Entonces, conforme avanzamos en la vida vamos dándonos cuenta de que existen más peligros potenciales de los que pensábamos, tenemos control de tan pocas cosas que pronto sentimos temores por las cosas más pequeñas: El tiempo, los compromisos, el futuro, las personas, lo desconocido… Hasta cierto punto esta emoción (algunos le llaman temor cuando no es muy intenso ni pernicioso) nos ayuda a desenvolvernos en la vida con mayor eficiencia, así que nos fijamos en la hora, en la esquina de la calle, en el seguro de la puerta, en la última conversación, el último recuerdo, la última experiencia, el posible resultado, etc.
El pastor Richard Baxter (1615-1691) en su pequeño instructivo para combatir el miedo escribió “El miedo es una pasión necesaria en el humano, el cual esta plantado en la naturaleza para restringirnos de pecar y encaminarnos al deber y prevenir la miseria.” En sus propias palabras, Baxter hablaba de una “pasión necesaria” o quizá con palabras contemporáneas, un mecanismo de respuesta física, mental y emocional dentro de nosotros. ¿Pero qué pasa cuando el “foquito” del miedo se activa constantemente, más de lo deseado? Queremos tener todo en su lugar para que la vida sea más manejable y empezamos a ver amenazas por doquier, pronto la bola de nieve se hace más grande y quedamos paralizados. ¿Qué tiene la Biblia que decirnos sobre ésto?
El primer humano que tuvo miedo fue Adán, quien pecó contra Dios, el Creador y Dueño de todo. Cuando se dio cuenta de su situación culpable y vulnerable, tuvo miedo de Dios y corrió de su presencia. El miedo se convirtió en la constante de la vida una vez que el pecado entró al mundo y por tanto la separación de Dios. Principalmente la amenaza de la muerte ha llevado al ser humano al límite de su inteligencia y creatividad, porque la muerte y sus implicaciones nos pueden aterrar. Entonces el miedo parece estar relacionado con cosas peligrosas, dañinas y malas; por lo general nuestros miedos están relacionados con cosas que suceden en la vida como consecuencia del pecado, desde enfermedades, pérdida de cosas y hasta la muerte (Hebreos 2:15).
Sin embargo, recordemos que aunque el miedo está relacionado con el castigo (1 Juan 4:18), hay una dimensión en la que el temor es necesario, en palabras de Baxter. Si nadie tuviera miedo hoy, tendríamos un mayor índice de muertes y asesinatos cada día, por decir lo menos. Sin embargo el tener un grado de temor conlleva a un grado de prudencia en la vida (Proverbios 14:16). La pregunta que se nos presenta es ¿Cuándo el miedo es un problema? Quizá la respuesta que parece más obvia es “Cuando se sale de control”. Si una sombra, un sonido, un recuerdo o una imaginación causan miedo e incluso miedo descontrolado, parece que ese es el problema. ¿Podría ser otra la respuesta?
Lo que encontramos en la Biblia es que el miedo es un problema nada más y nada menos que… Cuando es pecado temer. En otras palabras, cuando hablamos de emociones, la Biblia nos enseña que nuestras emociones tienen una dimensión moral ante Dios y el prójimo, si nos centramos exclusivamente en cómo nos hace sentir perderemos de vista lo que Dios piensa y dice. Temer puede ser malo (nótese el título) pero temer puede ser, de hecho (y quizá sorpresivamente para algunos), bueno.
Vamos a poner un ejemplo, si yo temo a un oso que encuentro fuera de mi casa, correré al lugar más seguro y salvaré mi vida. Pero si ese oso de pronto es tan inteligente que puede hablar y me dice, “haz lo que yo digo y no te haré nada”, he acordado obedecer al oso a cambio de la seguridad que necesito para no tener miedo. Entonces el miedo está conectado a un grado de obediencia y admiración cuando quiero preservarme. La dimensión moral es ésta: ¿El oso es digno de ser obedecido y admirado? ¡No! ¡Sólo Dios es digno de ser obedecido, admirado y temido! (Mateo 10:28). Entonces, el miedo es pecaminoso cuando no está puesto en el lugar, de hecho, el Ser correcto. Cuando nuestro temor y admiración están en alguna de las criaturas (los humanos, los animales, los espíritus malignos, etc.), no están en el lugar correcto y son pecaminosos. La Biblia enseña que el temor y la reverencia se deben sólo a Dios:
“No digan ustedes: ‘Es conspiración,’
A todo lo que este pueblo llama conspiración,
Ni teman lo que ellos temen, ni se aterroricen.
Al Señor de los ejércitos es a quien ustedes deben tener por santo.
Sea El su temor,
Y sea El su terror.”
Isaías 8:12-13. (NBLH)
Cuando nuestro temor y reverencia están en Dios, al contemplar su grandeza y majestad, debemos reducir nuestro temor por la criatura y, como enseñó Baxter, temer a la criatura sólo en cuanto a que pueden ser usados por Dios para disciplinar o juzgar. Sin embargo, hay un punto final a marcar: ¿Puede alguien temer a Dios de una manera pecaminosa? De hecho sí, Baxter nos enseña que cuando no confiamos en que Dios es fiel, misericordioso, paciente y perdonador, le temeremos como a un Tirano y Enemigo, correremos de Él y no hacia Él. La directriz de Baxter es la siguiente: “Mira a Dios a través de Cristo, mira las misericordias y promesas que Él ha puesto a disposición tuya en y por medio de Cristo, créele y acércate a Él.” Sólo así el temor a Dios será santo y bueno, el principio de la sabiduría y, por supuesto, su amor expulsará el temor de nuestras vidas.
Una nota de la experiencia emocional:
Es bastante impresionante que hace casi 2 mil años el apóstol Juan estableciera que “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18), lo cual nos permite pensar que la realidad del amor de Dios en Cristo expulsará el temor del corazón del creyente cuando éste madura en su caminar cristiano. Cientos de años después, con el desarrollo de la neurología, se ha podido observar, como el médico Daniel Goleman escribe en su libro “Inteligencia Emocional”, que los circuitos cerebrales que activan el miedo excluyen a los circuitos cerebrales del amor, en otras palabras, para “desconectar” los circuitos del miedo se necesita “conectar”, hacer funcionar a los circuitos del amor. ¿Y qué mayor amor sino el amor de Cristo? ¿Y qué amor tan maravilloso como el que hay entre los hermanos en la fe llevando sus cargas unos por otros? (Gálatas 6:2).
Joshua Belmontes estudió Economía y Microfinanzas en la Universidad Nacional Autónoma de México, ha sido profesor de Español como Segunda Lengua para el ministerio Avance Juvenil, ha recibido cursos de Teología por parte de ministerios Ligonier y enseña en la Escuela Dominical de su iglesia local.