El feminismo y la Iglesia
Podemos ver al feminismo como una amenaza o como oportunidad. (más…)
¿Cómo sería tu iglesia? ¿Más amorosa, activa… más como Cristo?
¿Cómo sería? ¿Más espiritual? ¿Más humana? ¿Más genuina y auténtica? ¿Más espontánea? ¿Más tradicional? ¿Más racional? ¿Más emocional? ¿Más perdonadora? ¿Más disciplinaria? ¿Más bíblica? ¿Más tolerante? La iglesia local es todo eso y mucho más.
Es muy importante reconocer que la iglesia local es única. Un grave error que cometen algunas es ignorar esta verdad y convertir a las nuevas iglesias en sucursales de la iglesia plantadora, haciéndolas idénticas en todo. Diría que la iglesia madre hace uso del “copiar-pegar” de su estructura, sus programas educativos y ministeriales, en fin de todo, en las iglesias sembradas. ¿Qué es lo que la iglesia local necesita? Discipulado.
Lo sé. Cuando leemos o escuchamos hablar de una iglesia local diferente nuestras antenitas nos alertan: ¿diferente en qué? Normalmente pensamos en una alabanza de más ministración, una predicación menos acartonada y más poderosa, en un programa de culto más dinámico ––algunos quieren uno más largo y otros más corto––, una congregación que reciba a toda clase de gente, una que sea de bendición a la comunidad donde se encuentra, una que viva el evangelio… en fin.
Sí, todo esto puede ser muy importante, pero cuando pensamos en la revitalización de la iglesia no podemos limitarnos a lo que hace o no hace… ¡lo verdaderamente importante es lo que ES! Es necesario abandonar la idea de que debemos hacer discípulos. Jesús primero nos dijo “sígueme” y fue después de que hicimos esa decisión que nos dijo “vayan y hagan discípulos a todas las naciones“.
Hacer lo segundo sin haber hecho lo primero traerá al corto, mediano y largo plazos diversos problemas; unos, peores que otros. De manera que las iglesias no necesitamos hacer cosas. Lo único que necesitamos es SER DISCÍPULOS de Jesucristo y será entonces cuando cualquier cosa que hagamos de las mencionadas estará bien y nos ayudará a hacer discípulos.
Preguntémonos otra vez: ¿diferente? Sí y no. No, porque discipular es lo que somos y, por lo tanto, es lo que todas las iglesias necesitamos ser; y sí, porque cada iglesia es única y por ello hacemos iglesia de formas diferentes.
Una iglesia está constituida por ciertos miembros con habilidades, capacidades y dones específicos, incluso algunos en abundancia, pero en otras hay otros miembros con otras habilidades, capacidades y dones. Dios da a la iglesia los dones que necesita para ser una iglesia única donde él la puso. Lo ridículo es que queremos replicar lo que conocemos que debe hacer una iglesia o repetimos modelos exitosos que ayudaron a otras a ser lo que son.
Entonces, Dios ha hecho única a cada iglesia local para cumplir el ministerio que le encomendó y la manera en la que logran ser únicas es cuando cada uno de sus miembros ES un discípulo. Así pondremos al servicio de Dios, de la iglesia y de otros sus habilidades con las que nacimos, las capacidades adquiridas en nuestra vida y los dones recibidos por su Espíritu.
Cuando pensamos que discipulado es lo que hacemos generalmente hacemos lo siguiente: 1) discipular con estrategias educativas a través del instituto bíblico o escuela dominical en donde aprendemos más sobre Dios, la doctrina, evangelismo y materias similares; 2) discipular con grupos de estudio bíblico en casa para que otros conozcan más a Dios y a miembros de la iglesia local; 3) crear y ejercer ministerios/cargos, o simplemente 4) evangelizar tanto como podamos para bautizar y sumar membresía sin importarnos sus vidas después.
Hacer énfasis únicamente en lo anterior no implica que cada miembro se ocupe de ser un discípulo. Solo significa que hacen lo que hacen los que sí son discípulos, pero no es lo mismo.
Discipular es afirmar la verdad del evangelio a esta generación. Esa afirmación es vivir la verdad revelada en Jesucristo y, entonces, podremos hablar de ella con autoridad, conocimiento, humildad y sinceridad. Cuando en nuestra iglesia local somos discípulos, somos relevantes a la generación de la época que nos ha tocado. En otras palabras, podemos servirles con lo que somos y hacemos.
Imaginemos una iglesia diferente no solo porque hace muchos proyectos y estrategias novedosas, atractivas, que nos satisfacen, sino porque principalmente hacemos la voluntad de Dios expresada en Jesús. Entonces sí, podemos echar mano de nuestras habilidades, capacidades y dones para llevar a la gente al Señor y Salvador, no a nuestros grupos ni a nosotros mismos.
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