El pastor vive en Wuhan, epicentro de la epidemia de coronavirus.

Esta es una carta que un pastor se atrevió a escribir y a difundir como habitante de Wuhan, la ciudad que se ha convertido en el epicentro del nuevo coronavirus que está contagiando y matando a miles, la gran mayoría de ellos, chinos.

El escrito fue difundido en inglés originalmente por Chinasource.org para su distribución. Al no existir ninguna versión en español, en este blog nos hemos dado a la tarea de traducirlo, a su vez, al español latinoamericano para el conocimiento e intercesión de la iglesia de Cristo.

Actualización: Casi 2.5 millones de casos oficialmente confirmados y alrededor de 170,000 muertes. La Organización Mundial de la Salud decretó el 11 de marzo de 2020 pandemia a la propagación masiva del nuevo coronavirus 2019-nCoV con el fin de acelerar el desarrollo de medicamentos que ayuden a combatir la situación y de desplegar medidas preventivas.

La carta

Hermanos y hermanas, paz sea a ustedes:

Durante los días pasados, la neumonía de Wuhan [el nuevo coronavirus] ha estado al centro de mis pensamientos y vida. Siempre estoy viendo las últimas noticias y pensando en cómo nuestra familia y la iglesia debería enfrentar esto.

Como familia, he reunido máscaras y comida, y me he aventurado a salir lo menos posible. Cuando salgo a la calle he usado máscara y todo lo demás lo he puesto en las manos del Señor.

Como iglesia, la seguridad de la congregación, testigo fiel, y la posibilidad de que los miembros contraigan la enfermedad se han convertido en una lucha. Aparentemente, estamos enfrentando una prueba de nuestra fe.

La situación es crítica y aún así confiamos en las promesas de Dios en cuanto a que sus pensamientos para con nosotros son de paz y no de mal (Jeremías 29:11), y que permite el tiempo de prueba no para destruirnos, sino para confirmarnos. Sin embargo, los cristianos no solo debemos sufrir con las personas de la ciudad, también tenemos la responsabilidad de orar por aquellos que tienen miedo para llevarles la paz de Cristo.

Primero, debemos procurar que la paz de Cristo reine en sus corazones (Hebreos 3:15). Cristo ya nos ha dado su paz, la cual no consiste en librarnos de la muerte y el desastre, sino en tener paz en medio de la muerte y el desastre debido a que Cristo ha vencido estas cosas. (Juan 14:27, 16:33). De otra manera no habríamos creído en el evangelio de la paz (Efesios 6:15) y, junto con el mundo, estaríamos aterrados por la pestilencia y perderíamos la esperanza frente a la muerte.

¿Por qué solo los cristianos tienen esa paz? Por el pecado, los humanos merecen las penalidades y tribulaciones que les ocurren. Jehová dice: los malvados no tienen paz (Isaías 48:22). Todos somos pecadores pero Cristo, por medio de la fe, tomó nuestro castigo y nos dio su paz. Además, Pablo dice: ¿quién acusará a los que Dios eligió? Es Dios quien justifica (Romanos 8:33). Los cristianos podrían enfrentar junto con el mundo las mismas tribulaciones, pero estas ya no son castigos, sino nuevas oportunidades para acercarnos al Todopoderoso para purificar nuestras almas y para proclamar el evangelio.

En otras palabras, cuando el desastre nos azota no es más que una forma del amor de Dios. Como Pablo creyó firmemente:

35 ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? 36 Así está escrito: «Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» 37 Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Romanos 8 NVI

Hablando de lo que pasa hoy, la pestilencia de Wuhan no puede separarnos del amor de Cristo; este amor está en nuestro Señor Jesucristo. Esas palabras son muy reconfortantes para nosotros. Nos ha hecho ya uno con Cristo. Tenemos parte en sus sufrimientos y tendremos parte en su gloria. Todo lo de Cristo es nuestro y nuestro todo está en él. Por lo tanto, Cristo está con nosotros en tanto encaramos esta pestilencia en la ciudad. No puede dañarnos. Si morimos por esa causa es una oportunidad para testificar de Cristo y, aun más, para entrar en su gloria.

Asimismo, mis hermanos y hermanas, les animo a fortalecerse en el amor de Cristo. Si experimentamos de manera profunda la muerte en esta pestilencia, entendiendo el evangelio, podremos experimentar profundamente el amor de Cristo y acercarnos más a Dios. Por medio de la fe, nuestro Señor Jesús experimentó un incomparable sufrimiento en su muerte, no obstante, Dios lo levantó de los muertos y lo sentó a su diestra (Hechos 2:32-36).

Si a pesar de leer estas verdades aún no tienes paz, te animo a leer la Escritura citada y pedir al Señor que te dé entendimiento hasta que la paz de Cristo reine en tu corazón. Debes saber que esto no es solo un desastre observable, es más bien una lucha espiritual. Primeramente debes librar una batalla interna y, en segundo lugar, por el alma de esta ciudad.

Sinceramente esperamos que sepas que ni siquiera un pajarito cae en tierra sin que el Padre lo permita (Mateo 10:29). Ante tantas almas amenazadas por la pestilencia, ¿esto podría estar fuera de la voluntad de Dios? Todo lo que estamos experimentando, ¿no es como lo que pasó Abraham con Sodoma y Jonás con Nínive?

Si Dios detendría el juicio a Sodoma por un justo o detendría la destrucción de una ciudad de 120,000 que no conocen la diferencia entre su mano derecha y la izquierda, ¿qué significaría para la ciudad en la que vivimos como Wuhan? Claramente somos los justos en esta ciudad. Más que un solo justo, somos miles y miles. Por eso, seamos como Lot al afligirnos por los habitantes de esta ciudad (2 Pedro 2:7) o como Abraham quien intercedió ávidamente por Sodoma (Génesis 18:23-33). Jonás con dificultad proclamó el evangelio en Nínive y la ciudad se arrepintió y fue salvada. Somos los Abraham y los Jonás de la ciudad. Debemos orar por la misericordia de Dios para esta ciudad y traer paz a ella a través de nuestras plegarias y testimonio.

Creo que esa es la instrucción que Dios nos da a los que vivimos en Wuhan. ¡Busquemos paz para la ciudad, paz para aquellos afligidos con esta enfermedad, paz para el personal médico luchando al frente de la batalla, paz para cada funcionario en todos los niveles del gobierno, paz para toda la gente de Wuhan [y de China]! Podemos guiar y consolar con el evangelio a nuestros amigos y seres amados mediante las redes, recordándoles que nuestras vidas no están en nuestras propias manos y para que las encomienden a Dios, que es fiel y verdadero.

Los días pasados recibí varias preguntas de pastores extranjeros. Ellos y la iglesia entera están preocupados por esta ciudad; sobre todo por nosotros. Quieren afrontar esta epidemia sirviendo a la ciudad con nosotros.

Así entonces, les pido especialmente que pongan sus ojos en Jesús y que no estén preocupados por mi bienestar, ni agitados ni temerosos, sino que oren en el nombre de Jesús. Gente bien intencionada está sirviendo a esta ciudad con sus acciones, especialmente el personal médico que está arriesgando sus vidas. Si ellos están asumiendo responsabilidades tan mundanas, ¡cómo no asumiremos las espirituales con disposición!

Si no sientes una responsabilidad de orar pide al Señor un espíritu amoroso y un corazón dispuesto a orar; si no estás llorando, pídele lágrimas. Sabemos con seguridad que solo mediante la esperanza en la misericordia de Dios esta ciudad será librada.

Un pastor en Wuhan,

Enero 23 de 2020

Así como estamos dando crédito a Chinasource.org, por favor da crédito a Efraín Ocampo de Restauraministerios.org por la traducción en español. Eso es lo correcto. ¡Gracias!

Lee aquí la carta en inglés publicada en Chinasource.org. Crédito de imagen: Unsplash.

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