7 errores comunes en los grupos de alabanza
Las iglesias somos cómplices cuando los grupos de alabanza fallan. (más…)
Cuando se piensa en que Dios es Justo hay temor.
La justicia es quizá una de las características de Dios que ha sido más malinterpretadas en nuestro evangelicalismo actual. Por lo común se entiende solo en dos dimensiones: Dios es justo porque castigó a Jesús por el pecado de quienes creen en su sacrificio expiatorio y le han hecho su Señor (justicia pasada) y Dios es justo porque pagará a cada uno conforme a sus obras y, por ello, castigará a los malvados en el juicio final (la justicia futura).
Que Dios sea justo, ¿implica algo en la vida de las personas de todas las épocas o solo tiene que ver con predicar de la justicia en Cristo cuando murió en la cruz para justificar a los que tienen fe en él (Romanos 3:26) y con la justicia venidera (Romanos 2:6-8)? ¿Habrá algo para nuestro presente? ¿La Iglesia tendría parte en ello? Esta es una pequeña reflexión sobre cómo nos afecta hoy y cada día que Dios es Justo.
Sin importar de qué Pacto de Dios se trate, él es el mismo. A los que habitaron la tierra hasta Noé, a quienes vivieron antes de Abraham, a él y a su descendencia, Israel, y a la Iglesia siempre nos ha pedido ser justos. Él sabe que somos pecadores, pero enseña a sus hijos a ser justos porque él es Justo. Mira lo que decía el profeta Miqueas:
“¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.”
Miqueas 6:8 NVI
Desde el principio sabemos lo que es bueno y se nos ha dicho lo que espera de nosotros el Señor. En la ley, los judíos lo sabían y la Iglesia conoce la ley y conoce el corazón de su Dios. Porque Jesús pagó por el castigo que nos correspondía a los que cambiamos nuestro amor por el pecado por amarle a él al obedecer sus mandamientos, por esa razón no pagamos con mal a nadie que nos haga mal.
Las Escrituras están llenas de exhortaciones a practicar la justicia porque nadie que diga que teme a Dios practica la injusticia. Eso incluye levantar la voz por los que son oprimidos y sufren abusos e injusticias como los pobres y los desposeídos, los huérfanos y abortados, las viudas, el extranjero y el propio justo que no hizo nada malo (Proverbios 21:3, 31:8-9; Isaías 1:17, 58:6-9; Mateo 23:23; 1 Pedro 2:19-24). Somos resultado de su obra transformadora. Nos da de su naturaleza para que seamos como Jesús (1 Juan 3).
Los hijos de Dios obramos con justicia para que otros le conozcan. Esto trae la justicia de Dios al presente, una justicia no futura, sino palpable que vemos en nuestras relaciones. Esto es, para que los que temen a Dios nos traten con justicia, pero también para tratar a otros con justicia. Es justo hacer lo que él, siendo Dios, ha hecho en nuestro favor sin merecerlo. De esta manera somos sus hijos, imitando al Padre (Efesios 5:1-17).
En otras palabras, vivimos practicando la justicia porque Dios es Justo. ¿Cómo hacemos esto en la vida real? A los que creemos en Jesús y lo hemos hecho Señor de nuestra vida:
Su justicia afecta nuestro pasado, presente y futuro. Por eso creer tiene estas consecuencias:
¿Lo ves? La justicia no consiste en lo que pienso que merezco y en lo que creo que el otro merece, sino en dar de gracia lo que hemos recibido de gracia. Eso es vocación de la Iglesia. Si esto no ocurre en el presente por medio de la Iglesia, es como si esta no fuera el cuerpo de Cristo y, por lo tanto, el Señor no ha estado en el presente de cada generación que ha habido desde la resurrección hasta hoy. Pero no es así. Somos la mirada, las manos, los brazos, la boca, los oídos, los pies de Jesús para la gente.
Por si fuera poco, las Escrituras están llenas de promesas para el justo –que no es el que no falla nunca, sino el que imita a Dios y a su Cristo–. Revisa estos textos y regocíjate. Que Dios sea Justo no es para desesperanzarte. Todo lo contrario. Es para darte esperanza al hacerte entender que él hace nuevas todas las cosas al darnos un corazón de carne para quitar el de piedra, al darnos un nuevo presente para acceder a un futuro con él. Mira esta pequeña muestra:
Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
Encuentra más sobre este tema en su libro “Las Iglesias del Covid-19“. Conoce su libro de Restauración Personal “40 días en el desierto“. También lee el libro de Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo” y de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“.
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