7 consejos para meditar en la Biblia de manera ¡productiva!
Pocos creyentes leen la Biblia y le sacan provecho para sus vidas. (más…)
Esto ocurrió en el capítulo vigésimo tercero del evangelio de Lucas.
Algo asombroso es que Jesús haya sido llevado ante las autoridades judías tanto religiosas como seculares, y ante el gobernador romano en Judea para ser sentenciado a la muerte por crucifixión, que era la más dolorosa, humillante y cruel, reservada para los peores criminales. De las tres, solo las religiosas lo hallaron culpable, pero terminaron todas consintiendo su muerte.
A horas de su ejecución, es posible ver la gran diferencia entre las autoridades del mundo y la autoridad de Cristo. Las primeras prometen justicia, pero terminan juzgando políticamente, según sus intereses. Finalmente, condenan a Jesús por su conveniencia y no con justicia. Irónicamente, la injusticia de los hombres fue la que llevó a Jesús a la cruz para que los injustos seamos hechos justos en él ante Dios, y así podamos reconciliarnos con él.
Finalmente, Jesús es crucificado junto con dos criminales. Jesús pidió a Dios perdón para quienes lo sentenciaron y clavaron al madero. Uno de los condenados, las autoridades, los soldados, el pueblo; todos, se burlaban del que colgaba en unos clavos. No sabían que era necesario que muriera también por sus pecados. Uno de los crucificados reprendió a su compañero, reconociendo sus obras malas y la inocencia de Jesús, y arrepentido pidió perdón, el cual recibió ahí mismo.
Jesús era pobre y desposeído, por lo que no tenía dónde lo sepultaran. Pero un hombre rico le dio la suya. Era de las autoridades judías y había creído en Jesús, quien ya había muerto. Debían poner su cuerpo en la tumba antes de que comenzara el día de reposo (sábado). Mujeres que seguían a Jesús prepararon perfumes y ungüentos para su cuerpo.