Navidad 17: El pecado, la fe y el regreso de Jesús
Esto enseñó Jesús en el décimo séptimo capítulo de Lucas. (más…)
Esto ocurre en el vigésimo segundo capítulo de Lucas.
Los judíos estaban por celebrar la fiesta de la Pascua y Jesús estaba en Jerusalén con sus discípulos para ello. Ahí, los líderes religiosos conspiraron para matar a Jesús, aunque la gente lo tenía por profeta y sabían que no podrían hacerlo. Fue cuando uno de los discípulos de Jesús se les acercó para ofrecer entregarlo durante la noche. Se reunieron los discípulos a comer la cena de Pascua y Jesús mismo les dice que es la última vez que lo harán porque lo entregará uno de ellos a las autoridades y lo matarán.
En la cena de Pascua recordaban que por la sangre de un cordero la descendencia de Israel vivió y parte de la de los egipcios murió antes de que Dios los sacara poderosamente con milagros de su esclavitud en Egipto para llevarlos a una tierra rica para darles reposo. Jesús les dijo que su cuerpo sería partido como partía con sus manos el pan que comerían y que su sangre sería derramada por los suyos. Esa sangre inauguraba un nuevo pacto para que, como aquella del cordero pascual, los que pusieran su fe y esperanza en él hallen vida, libertad, paz y reposo.
Luego les recordó que no habían sido llamados para mandar a los hombres, sino para servir. Él mismo les puso el ejemplo pues, habiendo mostrado ser Dios, no se impuso a ellos, sino que les sirvió. Entre muchas otras cosas que les dijo, Jesús anunció que sus discípulos serían sacudidos. Pedro le dijo que estaba dispuesto a ir a la cárcel e, incluso, a morir por él. Pero apenas unas horas más tarde Jesús sería arrestado y Pedro huiría, abandonándolo, para después negar que lo conocía.
A mitad de la noche, Jesús salió a orar con ellos a un lugar que frecuentaban, porque sabía lo que vendría. Ahí pidió al Padre que, si quería, lo librara del sufrimiento que iba a acaecerle. Estaba muy angustiado y oraba fervientemente, pero sus discípulos se quedaron dormidos. Les pidió orar también para estar listos en el momento de la prueba y, cuando fueron a arrestarle no supieron cómo responder. Entonces, llegaron soldados a arrestar a Jesús y un discípulos sacó una espada e hirió a uno de ellos, a quien Jesús terminaría sanando la herida. Aún así, se lo llevaron para torturarlo y burlarse de él porque Jesús usaba su poder para sanar, no para destruir.
Finalmente, la junta de líderes y gobernantes lo examinó y le preguntó si era el Mesías y si era el Hijo de Dios del que se había profetizado. Él respondió: –ustedes dicen que lo soy–. Le preguntaban para tener una razón para condenarlo.