Navidad 19: Lo que Dios espera de nosotros
Esto encuentras en el décimo noveno capítulo de Lucas. (más…)
Cuando no sabemos qué decir podríamos decir algo equivocado.
No siempre es fácil orar por alguien que enfrenta una situación de enfermedad. Al estar frente a la persona enferma queremos consolar, pero no sabemos qué decir.
Tenemos el impulso de asegurarle que todo estará bien, pero no podemos forzar el actuar de Dios y si le aseguramos que se recuperará y esto no ocurre, hacemos ver a Dios y su Palabra como mentira; también podríamos llegar a cuestionar con amargura la voluntad de Dios y contagiar esta desesperanza.
Para responder estas y otras interrogantes relacionadas, el pastor Josías Grauman, anciano de la iglesia Grace Community Church en Español, compartió durante la época de pandemia por COVID-19 un video estudio sobre este tema y a continuación rescatamos las principales enseñanzas bíblicas sobre la enfermedad y siete motivos para orar por los enfermos de acuerdo con la voluntad de Dios.
Al ver sufrir a alguno de nuestros seres más queridos o al padecer la enfermedad en carne propia no alcanzamos a entender que Dios permita el dolor y la degradación de nuestros cuerpos. Pero la Biblia es clara en ofrecer evidencias del origen de la enfermedad y su propósito.
Romanos 5:12 apunta a que no habría enfermedad y muerte en el mundo si no fuera por el pecado. “Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron;” Esto no significa que suframos enfermedad por algún pecado en particular, sino que no habría enfermedad en el mundo si no fuera por el pecado en general.
Sin embargo, sí podría existir una conexión entre el sufrimiento de un creyente y la disciplina de Dios. Si tú eres quien está padeciendo un momento de enfermedad, sería sabio preguntarle a Dios si hay algo que él quiere enseñarte en ese momento.
Pero este tipo de apreciación no aplica ante la enfermedad o dolor de otros hermanos. Es más adecuado y preciso entender que su enfermedad podría tener un propósito de santidad en su vida.
Este mundo que ha rechazado a Dios se encuentra a merced de cuerpos caídos, que enferman, se corrompen y mueren. Es importante tener clara esta verdad. Pero también nos debe animar a recordar que cuando el Señor termine con el pecado, también acabará la enfermedad.
En la enfermedad, Dios muestra su compasión y eso nos ayuda a alabarle como él merece. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Corintios 1:3). Aunque como creyentes conocemos esta verdad, al experimentarla, se aviva nuestra adoración hacia ese Dios que entiende nuestra situación a pesar de que somos polvo.
Todo lo que existe en este mundo revela algo de las perfecciones de Dios para que le adoremos de acuerdo con quién es él. Si nunca recibiéramos su compasión, jamás podríamos darle gracias y gloria como es digno. No se trata de una razón egoísta en la que Dios desea que suframos para su gloria, sino en una bondad hacia nuestra vida, pues al ver su perfección, nos transforma a su imagen.
En la enfermedad, le vemos como él es. “Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es”. (1 Juan 3:2). Cuando vemos su compasión, misericordia, justicia, el Espíritu Santo nos transforma a esa imagen. Si nunca fuéramos testigos de primera mano de estos atributos de Dios, no seríamos transformados para ser compasivos, misericordiosos, justos. Y no veríamos su compasión si no fuese por nuestra miseria y pecado.
“Entonces Jesús, llamando junto a sí a sus discípulos, les dijo: Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino.”
Mateo 15:32
Jesús, expresó su deseo de ver en buen estado a las personas que le acompañaban.
Él usa algo tan feo y difícil como la enfermedad para causar el mejor bien. Es maravilloso ver cómo el Espíritu de Dios nos transforma de gloria en gloria y nos hace compasivos.
Hoy, como siempre, surgen falsos maestros y doctrinas que prometen sanidad milagrosa y prosperidad, pero esto no es algo que la Biblia apoye. Los milagros en tiempos bíblicos ocurrieron para cumplir un propósito específico y cuando éste se logró, el don cesó.
No son nuestras oraciones las que tienen el poder de sanar, sino el Dios al que oramos y aunque puede que nuestras oraciones tengan como respuesta la sanidad de una persona, esto ocurre no sólo porque lo pedimos, sino porque así se cumplen los propósitos del Señor.
En Éxodo 19:9, Hebreos 2:3-4 o 2 Corintios 12:12, vemos ejemplos de cómo los milagros fueron usados por Dios para autentificar el mensaje de sus mensajeros. En realidad, cuando Dios realizaba un milagro, lo más relevante era que la audiencia pusiera atención al mensaje de Jesús y sus profetas, así que el enfoque no se encontraba en el milagro per sé.
Por otra parte, si nos preguntamos si Dios puede sanar a tu hermano sin que nadie ore por él, aunque el Señor no lo necesita, él no obra así, obra a través de la oración de sus santos. Por eso, cuando él desea sanar a alguien, primero pone el deseo en alguno de sus hijos para que ore por su hermano, para que él pueda contestar la oración.
Todo es de él, por él y para él, pero ¡qué hermoso que nos permite estar involucrados en ese plan! No nos llevamos la gloria, de Dios son el querer como el hacer. ¡Qué gozo que nos permite estar involucrados en el cumplimiento de su voluntad!
La Biblia dice que debemos llorar con los que lloran, no exhortar a los que lloran. Debemos cultivar un corazón compasivo hacia los enfermos y reflejar así el corazón compasivo de Dios hacia ellos. Cuidado con ser prontos para hablar, como los amigos de Job. No necesitamos decir “te entiendo”, demasiado rápido, sino mostrar con nuestras acciones que entendemos.
“El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios;”
1 Pedro 4:11
Debemos recordar que, sin importar la circunstancia, al hablar con sanos o enfermos, nuestras propias palabras no pueden transformar a nadie. Si alguien atraviesa una enfermedad severa, quizás más allá de su capacidad de soportar, lo que necesita son las palabras vivas y eficaces de su Dios.
Así que aprovecha cualquier momento para estudiar pasajes que podrían traer consuelo al dolido. No es citarlos fuera de contexto como palabras mágicas, sino pensar en lo que significa el versículo para el que sufre y ministrarlo. Tu meta debe ser entrar en el sufrimiento del hermano.
“Si las lágrimas todavía no te han salido de los ojos, probablemente todavía no estás listo para consolar a tu hermano.”
“Y cuando Jesús la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando también, se conmovió profundamente en el espíritu, y se entristeció, y dijo: ¿Dónde lo pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró.”
Juan 11:33-35
“Jesús lloró” debe hacernos pensar en eso. El maestro no lloró por la muerte de Lázaro, él sabía que lo resucitaría. El maestro lloró al ver a María y los otros llorando. Esa es la respuesta bíblica que demuestra amor al que sufre. Nuestra respuesta debe ser la compasión, el afecto y consolar al hermano como la Palabra nos consuela a nosotros.
Motivos prácticos para orar por los enfermos de acuerdo con la Biblia
El pastor Grauman termina este breve estudio compartiendo algunos motivos específicos para orar por los enfermos y que podemos imitar:
Para que el enfermo se recupere pronto y completamente a través de los medios disponibles. Y es que, en ocasiones, al creer fuertemente en la soberanía de Dios nos cuesta trabajo orar porque el enfermo se recupere, pero esto no deber ser así, es un buen deseo orar porque nuestros hermanos sean sanos si es la voluntad de Dios. Es un reflejo del mismo corazón de Dios. Él no se deleita en nuestro sufrimiento. Si Dios se deleitara en el sufrimiento no habría un árbol de la vida en la nueva Jerusalén para dar sanidad a las naciones (Apocalipsis 22:2).
Dios no desea que nos enfermemos, y contraer una enfermedad no significa que la situación ha escapado de su control. Su voluntad es más compleja de lo que podamos comprender. En ocasiones Dios decreta algo que no desea, porque el decreto, produce algo que él desea más.
“Dios decreta el cáncer porque él puede ver cómo vas a ser después del cáncer. Él sabe que tú mismo le vas a dar gracias por el cáncer cuando experimentes todo el fruto y todo el bien que él va a producir por medio de esa prueba.”
Siempre oramos porque su voluntad sea hecha, porque su voluntad es lo mejor y no es un mal deseo pedir que, si es su voluntad, sane y restaure la salud de nuestro hermano. Sabemos que Dios sólo permitirá el dolor necesario para conformarnos a la imagen que él desea, ni una gota más. Esa debe ser nuestra petición, que cumpla con su deseo de santificar a nuestro hermano, usando la mínima aflicción posible.
Esta oración quizás sería más pertinente realizarla en privado, apartado de la persona enferma. Ora para que tenga por sumo gozo el estar en diversas pruebas, como escribió el apóstol Pablo. Dios nunca nos mandaría a hacer algo sin darnos la capacidad de obedecer por medio de su Espíritu en nosotros. Oremos porque nuestro hermano tenga fuerzas para obedecer, que tenga paz y contentamiento en lo que está viviendo, y que por medio de esta aflicción vea el rostro del Señor más claramente.
Fe es la convicción de lo que no se ve, tener la capacidad de ver lo invisible. Ora que la enfermedad ayude al enfermo a ver el rostro de Jesús con mayor claridad, su hermosura, compasión y ternura.
Que en medio del dolor o aflicción pueda descansar en su gracia y perdón; que aún al pensar en la muerte, tenga confianza de que, por medio de la cruz de Cristo, sus pecados han sido perdonados.
Que esta verdad le traiga paz y consuelo aún si Dios decide llevar su espíritu de su cuerpo que ha dejado de funcionar.
Como vimos en 2 Corintios 1:3-6, el Dios de toda consolación nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que también nosotros consolemos a los que estén en tribulación por medio de la consolación con que somos consolados por Dios. Pablo explica que cuando alguien pasa por prueba o dificultad, sin excepción, es consolado por Dios y una de las razones por las que esto ocurre es porque, después de un tiempo, quizás otro hermano atravesará por la misma situación. El primero que recibió consolación, ahora podrá ofrecerlo a su hermano.
Oramos porque tras la recuperación de un hermano, Dios le permita ministrar a la iglesia que Cristo ama y que Cristo quiere cuidar.
Nuestra principal oración siempre es que Dios obre conforme a sus perfecciones y promesas, de acuerdo con su naturaleza y su palabra. En muchas de las oraciones de creyentes en la Biblia (Moisés, Daniel, Pablo, Pedro etc.) vemos que apelan a la Palabra del Señor, a quien él es y lo que ya ha dicho.
En este sentido, podemos orar para que, el Señor, quien ama a la iglesia mucho más de lo que la amamos nosotros, obre conforme a este deseo de amar, sanar y cuidar a sus hijos. Y también podemos orar para que después, él mismo use a un hijo restaurado para que sea sus manos y pies al consolar al resto de la iglesia.
Algo recomendable es que, al orar por alguien enfermo, procures ser lo más práctico posible en tus palabras. Ora por sabiduría para los médicos, para que el cirujano descanse adecuadamente antes de una intervención, que Dios guíe sus mentes y manos, que proteja a los enfermeros o a todos los involucrados en el cuidado de la persona enferma. Hay muchos motivos para orar al pensar en las situaciones específicas que enfrentan nuestros hermanos.
6. Ora porque Dios dé sabiduría a la iglesia para saber cómo ministrar a quienes están enfermos.
Necesitamos el discernimiento de su Espíritu, para procurar la comunión y alcanzar a observar mejor las cargas de nuestros hermanos. En ocasiones ni siquiera notamos si alguien requiere dinero, ánimo, comida o trabajo. A veces para un enfermo o su familia lo más difícil no es en el tiempo recién enfrentada la crisis, sino meses o años después cuando se sienten los efectos, por ejemplo, de una pérdida.
Ciertamente sólo Dios conoce la vida y corazón de cada uno de sus hijos y debemos rogar que el Señor obre en nuestros deseos para orar por nuestros hermanos cuando lo necesitan, además de buscar proactivamente acercarnos a ellos para conocer sus necesidades.
Para quien atraviesa una situación de enfermedad es importante recordar la certeza de su salvación. En tiempos de duras enfermedades, llegan a surgir dudas muy fuertes, en especial si los medicamentos suministrados afectan la razón. Un hermano que ha sido fiel por años puede cuestionar lo que nunca había dudado. Oremos para que recuerden firmemente que Cristo murió por ellos, sus pecados han sido perdonados y nada les puede separar del amor de Cristo.
No seamos prontos para cuestionar los motivos de los hermanos que expresan estas dudas de Fe. Puede que sólo sea una expresión de su dolor como cuando Jesús clamó en la cruz “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado” (Mateo 27:46). Debemos orar que Dios conforte y dé paz al enfermo y le permita descansar, no importa lo que Dios decida hacer. Si le sana, toda la gloria a él y si no, toda la gloria a él.
La petición que sobresale sobre todas es que Dios use su enfermedad para llevar salvación a su vida, que llegue a conocerle, que Dios nos use para compartir las buenas nuevas de la salvación en Cristo Jesús a quien ahora enfrenta un sufrimiento temporal, pero que está condenado a sufrir por la eternidad.
“Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré.”
Juan 16:7
Esta es una declaración sorprendente y difícil de creer. Quizás te has preguntado si no sería mejor que Jesús siguiera viviendo de forma física sanando a quienes le siguen, pero él nos dice en su oración antes de partir de este mundo, que es mucho mejor tener al Espíritu Santo dentro de nosotros, transformándonos, que tener a Jesús de forma externa.
Y es verdad, Jesús sanó multitudes, pero esa misma multitud que fue ministrada en sus necesidades físicas, más tarde le crucificó. Y es lo mismo que haríamos nosotros si no fuera por la obra santificadora de su Espíritu en nuestros corazones. Es muchísimo mejor vivir con enfermedad física (pasajera) que permanecer en muerte espiritual (eterna).
Apreciemos y agradezcamos a Dios por su Espíritu Santo que está haciendo una obra mayor y mejor dentro de nosotros, preparándonos para una eternidad con él en gloria, en vez de simplemente sanar nuestros cuerpos y dejarnos en nuestro pecado. Gracias al Señor que el ministerio del Espíritu Santo es sanarnos con una mejor sanidad, una sanidad espiritual. Como creyentes, debemos decir a Dios:
“Señor, haz lo que sea necesario con mi cuerpo temporal para que mi espíritu que es eterno se goce de ser más como tu hijo Jesucristo”.
Jessica García Pacheco es miembro de la Iglesia Cristiana Bautista Renovación en la Ciudad de México donde sirve actualmente con su esposo Abdías Martínez en el ministerio de comunión y adoración. Ha servido como líder dentro del ministerio juvenil de la Asociación Bautista de Jóvenes del Centro en los departamentos de Comunicación, Enseñanza y Difusión, y ha colaborado en diferentes proyectos en el ministerio juvenil dentro de la iglesia local y nacional. Estudió Ciencias de la Comunicación y actualmente se desarrolla en investigación en opinión pública.