Cómo debemos restaurar – Reflexiones pastorales
La vocación de las iglesias cristianas es restaurar. ¿Cómo hacerlo? (más…)
La pandemia reveló nuestras creencias sobre la comunión.
Por la cuarentena se nos ha solicitado a las iglesias locales evitar el contacto físico. Los gobiernos nos han obligado igualmente que a los comercios a cerrar las puertas de nuestros edificios y locales de reunión. En estos tiempos podemos analizar qué es para muchos cristianos la comunión entre ellos y que, a pesar de ser parte de una iglesia, experimentaron soledad.
Antes de la cuarentena era muy común escuchar a la gente decir que reunirse ––claro está, físicamente–– era sinónimo de comunión. Para algunos, todo tipo de reunión entre cristianos significa tener comunión.
¿Nos reunimos a orar? Tenemos comunión. ¿Nos reunimos a escuchar la predicación? Comunión. ¿Estudiamos juntos la Biblia? Eso es comunión. En eso están de acuerdo muchos. Incluso citan el siguiente texto:
20 Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».
Mateo 18
Muchas veces ese texto bíblico es interpretado como que en cualquiera de nuestras reuniones Jesús va a estar porque estamos haciendo actividades espirituales como orar en lo personal o juntos, leemos la Biblia, cantamos alabanzas, escuchamos la Biblia ser predicada y explicada. ¿Cómo ha cambiado esto durante la cuarenta?
Ante la imposibilidad de reunirnos físicamente algunas iglesias han hecho transmisiones por internet de las predicaciones, los cantos, las oraciones, los estudios bíblicos, y en ocasiones podemos interactuar en la videoconferencia de nuestro grupo pequeño.
Siguiendo los mismos criterios explicados anteriormente, podemos decir que a través de estas maneras tenemos comunión porque básicamente hacemos las mismas actividades espirituales.
Se dice que tenemos comunión porque estamos reuniéndonos, aunque sea por medio de las tecnologías de la información y la comunicación. Pero la cuarentena está recordándonos que no implica necesariamente tener comunión ni con Dios ni entre nosotros como iglesia lo que hacemos durante la cuarentena ni lo que hacíamos antes. ¿Por qué? Porque estar juntos no es igual a estar unidos. ¿Qué es entonces reunirnos en Su nombre?
Algunos piensan que terminar una oración con la frase “en el nombre de Jesús… ¡Amén!” es orar en el nombre de Jesús. De la misma manera, algunos aún piensan que reunirse en el nombre de Jesús equivale a realizar una actividad con fines espirituales. Eso es un error.
Ya los fariseos, los escribas y los saduceos hacían estas cosas justificándose ellos mismos ante Dios de sus obras malas. El Señor había dicho a sus antepasados: misericordia quiero, no sacrificios, y conocimiento de Dios más que holocaustos (Oseas 6:6; Mateo 9:9-13). Los fariseos fueron llamados al arrepentimiento, no por las cosas espirituales que hacían, sino por su desobediencia a los mandamientos de Dios, esto es, su falta de comunión con Él y con su prójimo (a quien por cierto le enseñaba pero con quien no tenía comunión al no interesarse por su vida). Por eso Jesús dijo a la multitud que hicieran lo que ellos enseñaban, pero que no hicieran lo que ellos hacían porque decían y no hacían lo que enseñaban (Mateo 23).
La comunión de la Iglesia local no consiste de las reuniones ni de las cosas edificantes que hacemos en ellas, sea que estemos físicamente reunidos o en una videoconferencia, sino en la unidad que tenemos en Cristo, al andar como él anduvo, la unidad que tenemos con el Padre al proveernos el fruto de su Espíritu y la unidad que tenemos como Iglesia al ejercitar ese fruto que produce en cada uno de nosotros el Espíritu. (Gá 5:16-25).
¿Cómo nos reunimos en el nombre de Jesús? Al tener esa clase de comunión; al creer lo que dijo y al hacerlo. Por eso, desechemos la ira, la mentira, los pecados sexuales, las envidias, los pleitos y toda clase de maldad. Así le representamos con fidelidad y fe. ¡Tengamos comunión con Dios y tengamos comunión entre nosotros! Ocupémonos con amor y gracia en que nuestras vidas y reuniones glorifiquen Su Nombre.
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Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
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