Lo que vimos al infiltrarnos como un joven cristiano más.

jovenes

El discurso aquel de que la juventud es el futuro de un país es un viejo cliché, tanto, que ahora se dice que no son el futuro, sino el presente. Y para seguir con los clichés: debemos reconocer que es verdad.

Si los jóvenes fueran el presente de la iglesia, ¿deberíamos estar preocupados? Hay varias razones por las que podemos decir que absolutamente sí. Sin embargo, ellos no se llevan todo el crédito. Los adultos nos estamos encargando de su decepción, frustración y tibieza, por no decir frialdad espiritual.

Durante un congreso nacional de jóvenes cristianos, mi esposa y yo nos infiltramos. No es que parezcamos de menos edad, de hecho nos ubicaban como parte de los conferencistas. Más bien decidimos estar entre ellos durante las mañanas, tardes y noches de 3 días para conocerlos, escucharlos y comprenderlos de mejor forma.

Lo que identificamos

– los más jóvenes, entre 14 y 18 años, son los más entusiastas en su fe y quienes la practican con mayor devoción, convicción y diligencia, aunque reconocen su debilidad y necesidad de depender de Dios.

– los mayores, de 19 en adelante, son más propensos a ejercer una religiosidad que combina la práctica de rituales y tradiciones, como asistir al templo y participar en actividades espirituales, mientras mienten, roban, codician, odian y hasta, el algunos casos, fornican, adulteran (mantienen relaciones con casadxs), entre otros pecados.

– no obstante, percibimos una disposición genuina por amar y obedecer a Dios a pesar de su lucha entre lo que quieren hacer y lo que hacen. Los más jóvenes buscan modelos a seguir y todos tienen el deseo de tomar las decisiones correctas.

– en general, hay una comprensión del pecado en cuanto a que saben que algunas de sus acciones no son agradables a Dios, pero muchos carecen de una conciencia de pecado para discernir las consecuencias espirituales de ofender a Dios y a su prójimo, con el fin de que se produzca arrepentimiento para abandonar su maldad. Es decir, reconocen su pecado, pero no pueden o no quieren dejar de practicarlo.

– lo anterior es una evidencia de que, en muchos de los casos, el pecado ha cauterizado su conciencia y por esa razón ya no les produce dolor ofender a Dios. Vimos que la práctica del pecado produjo en ellos ceguera espiritual, esto es, que dejaron de ver su pecado y no fue sino hasta recibir una confrontación directa con la Biblia que pudieron darse cuenta de su maldad y reconocerla.

– cuando la exhortación bíblica para ellos es clara y directa, todos pueden darse cuenta de cómo están ofendiendo a Dios, y varios de ellos son capaces de pedir ayuda y manifiestan la necesidad de ser mentoreados y discipulados.

– la gran mayoría reconoció carecer de discipulado, esto es, que nadie se está ocupando de su salud espiritual, no dan cuentas a nadie y, por lo mismo, no han crecido espiritualmente y tampoco pueden ayudar a otro a madurar en la fe.

– muchos de ellos aceptan no dedicar tiempo a orar ni a leer la Biblia, a pesar de que entienden estas disciplinas como tener comunión con Dios, aunque sabemos que cuando no hay obediencia a los mandamientos se convierten en rituales vacíos.

– las mujeres admiten luchar por ser más congruentes con lo que creen y hacen, y tienden a involucrarse más en proyectos de ayuda comunitaria como una expresión de su fe; mientras que los hombres tienden a profundizar sus relaciones con no creyentes, las cuales reconocen los han llevado a ser estériles espiritualmente.

– en general identificamos que son autocríticos y están dispuestos a examinarse para permitir que Dios corrija lo que está mal. Al ser expuesta la Palabra de Dios, tienen la sensibilidad de detectar aquello que va en contra de su voluntad en ellos mismos y en sus congregaciones.

– todos anhelan restaurar su comunión con Dios obedeciendo sus mandamientos, abandonando su pecado y reordenando las prioridades en sus vidas.

Conclusión

Esta realidad exige a los adultos madurar en su fe para ser un ejemplo digno de imitar. No hacerlo podría provocar que más generaciones de creyentes jóvenes se pierdan renunciando a su fe o viviéndola religiosamente, de manera que nada cambie en ellos. Otra consecuencia es que si la iglesia no actúa pronto para orientar e influir en las nuevas generaciones de discípulos de Jesús, ¿cómo podrá ser una luz que alumbre al mundo apuntando hacia Dios y a Cristo?

¡A poner manos a la obra!

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Efraín Ocampo es consejero bíblico, escritor, ex periodista y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona a reconciliarse con Dios y con su prójimo.

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