Dios restaura a los miembros de la iglesia local a través de la iglesia local.

Personas rotas, amantes de sí mismas, orgullosas, que no tienen amor por otros, que tienen heridas del pasado, con debilidades, imperfectas… eso nos caracteriza a todos. Así llegamos a los pies de Jesús cuando le conocemos y así llegamos a su Iglesia, no solo como individuos, sino muchas veces como matrimonios y familias. Traemos nuestro pecado, nuestras propias dificultades y problemas, y parte importante de la misión de la iglesia local es ser un instrumento de Dios de sanidad, restauración y crecimiento.

El problema es cuando llegamos a una iglesia y no hay sanidad, restauración ni crecimiento espiritual, si acaso intelectual. Por supuesto, esto no pasa en todas las iglesias, pero es una realidad. Es cierto que cuando Dios ha apartado para él a alguien, a un matrimonio, a una familia, el Espíritu Santo obra en sus vidas. Al ser renovados en la esperanza en Jesús pueden tomar distintas decisiones y vivir una vida abundante aquí y ahora al cambiar una dinámica matrimonial o familiar pecaminosa a una de amor, gozo y unidad. La gran pregunta es: ¿cómo podemos las iglesias ser usadas por Dios en su plan redentor y santificador con las personas, sus matrimonios y familias?

La iglesia ayuda a Dios a restaurar familias y matrimonios

Debo aclarar que no estoy diciendo que todas las personas, familias y parejas que llegan a Jesús están llenas de pecado y destruidas. Lo que estoy diciendo es que todas requieren la sanidad y la restauración del Espíritu porque todos somos pecadores. La trampa es pensar que sin Cristo no estábamos tan mal o que no estamos mal en absoluto. Esto se debe a nuestra incapacidad de contemplar la santidad de Dios y nuestra necesidad de redención y de perdón.

Cuando el evangelio de Jesús se predica, siempre el resultado será tener convicción de que somos pecadores y de que necesitamos reconciliarnos con Dios abandonando lo malo que hacemos al adorar a Dios con todo lo que somos en todo lo que hacemos, y así amar también al prójimo como a uno mismo. En ese sentido hay dos problemas: a veces no se predica el evangelio, sino una versión de este, y que en algunas iglesias locales no estamos ayudando a la gente a encontrar restauración.

En otras palabras, una vez que comienzan a reunirse con una iglesia muchas veces sentimos que ya hemos cumplido, pero en realidad la tarea apenas está comenzando. A esas personas, matrimonios y familias debemos acompañarlas en su caminar con Cristo, esto es, para que nosotros y ellos sean como él. Esta obra la hace Dios mientras la iglesia se compromete con la gente.

Restaurar… ¿de qué?

En México los medios de comunicación han reportado que, según cifras oficiales, hay cada vez menos matrimonios, y los que hay, se divorcian más. Estas cifras no explican por qué, pero debido a nuestra experiencia en Consejería desde 2012 sabemos que es por causa del pecado. Nuestras relaciones reflejan como un espejo nuestra condición espiritual. Si estamos adorando a Dios amaremos al prójimo, pero si nos adoramos a nosotros mismos estaremos pensando solo en nosotros mismos y estaremos en pleitos, divisiones, orgullo, soberbia…

No es poca cosa ignorar lo que el pecado provocaría en nosotros si no reconocemos lo que hay en nuestra mente y en nuestras emociones, porque eso es lo que haremos. Si hay mal en mí haré el mal y eso impactará a mi matrimonio y a mi familia. En México estamos leyendo noticias casi cada día de hombres que asesinaron brutalmente a sus esposas o a las mujeres con las que vivían o con las que mantenían una relación, de varones que abusan sexualmente de niños, que explotan sexualmente a mujeres, que son infieles a sus esposas, que son corruptos, que matan sin piedad a otros o por lo menos son violentos.

Las mujeres también requieren ayuda para abandonar la manera de vivir que tenían antes. Muchos hombres son maltratados por sus esposas, humillados, despreciados y engañados. Así que la iglesia local no solo debe recibirlos cada domingo o día de actividad, sino servirles trayendo sanidad y restauración de Dios a sus vidas. Estos son solo ejemplos de que personas, matrimonios y familias requieren la sanidad, restauración y crecimiento espiritual que da Dios. Las iglesias podemos y debemos arropar a cada uno de sus integrantes para empezar de nuevo, ahora con su Espíritu de guía y con Jesús como Redentor, Salvador, Maestro, Rey, Ejemplo, Verdad, Camino y Vida.

Sanidad de personas, matrimonios e iglesias

Es la iglesia local la que ha experimentado el poder de Dios. Somos la iglesia los que podemos testificar que el que robaba, ya no roba más; el que mentía, ya no miente; el que era orgulloso, ya no lo es. Esto lo hace Dios, pero la iglesia local debe ser intencional al ayudar a otros a tener la disposición para que el Señor obre en ellos. Esto es posible mediante el discipulado y el consejo bíblico.

Como ya he explicado en publicaciones como Sé hombre al renunciar al abuso, no son pocos los varones que se hacen llamar cristianos que humillan y maltratan a sus esposas; algunos de ellos son pastores. He tenido conocimiento de mujeres que hacen lo mismo a sus esposos e incluso se ha tratado de esposas de pastor. Esto se debe en parte a que las iglesias no hacemos nuestra parte.

Hay que comenzar por dejar de aparentar que esto no pasa en nuestras iglesias para comenzar a experimentar sanidad en ellas. La iglesia no toma partido por nadie, sino que sirve oportunamente para ser el instrumento de la restauración que Dios opera en las personas, los matrimonios y las familias. Todos llegamos a Cristo necesitados de empezar de nuevo porque todos tenemos un pasado. Una iglesia sana reconoce esto porque tiene la vocación de restaurar a cada persona, cada matrimonio, a cada familia que se une a la familia de Dios. Por lo tanto, cada uno de nuestros esfuerzos en el día a día deben estar enfocados en ello.

Efraín Ocampo es consejero bíblico y fundó junto con su esposa Paola Rojo la organización sin fines de lucro Restaura Ministerios para ayudar a toda persona e iglesia a reconciliarse con Dios y con su prójimo. También es autor del éxito de librería “La Iglesia Útil”, entre otros libros.
Encuentra más sobre estos temas en el libro de Restauración de Iglesias “La Iglesia Útil“. Para Restauración Personal, tenemos el libro “40 días en el desierto“, y para Restauración de Relaciones “Amar como a mí mismo“.

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